Anatomía del momento creativo.
El relámpago de la inspiración, ese instante en el que solucionamos un problema con el que hemos estado luchando durante semanas, es el momento final de un proceso que consta de varias etapas.
El primer estadio es la preparación o el momento en el que nos sumergimos en el problema, en busca de cualquier información que pueda resultar relevante. Se trata de reunir una amplia gama de datos, de modo que los elementos insólitos e improbables puedan comenzar a encajar unos con otros. En esta etapa es de crucial importancia ser receptivo, escuchar abiertamente y con atención.
A la etapa de preparación se puede añadir otra que, por ser muy incómoda, suele pasarse por alto: la frustración. La frustración surge en el momento en el que la mente analítica, racional, en busca de una solución, alcanza el límite de sus habilidades. Aunque a nadie le gustan la frustración ni el desánimo, las personas que mantienen su creatividad a lo largo de toda la vida llegan a aceptar que los períodos de angustia constituyen una parte necesaria de la totalidad del proceso creativo.
Una vez que hemos reflexionado acerca de todas las piezas relevantes y empujado hasta el límite nuestra mente racional, entramos en la fase de incubación, en la que digerimos todo lo que hemos recopilado. Mientras que la preparación exige un trabajo activo, la incubación es más pasiva y se desarrolla en el subconsciente.
A menudo subestimamos el poder de este último, pero es mucho más fértil para las iluminaciones creativas que el consciente. En el subconsciente no existen juicios de autocensura y las ideas son libres de recombinarse unas con otras en esquemas nuevos y asociaciones impredecibles. El conocimiento inconsciente suele manifestarse como una sensación percibida de lo acertado: una corazonada. A este tipo de conocimiento lo llamamos intuición.
Nuestra intuición se alimenta directamente del vasto archivo de información que supone un libro abierto para el subconsciente, pero hasta cierto punto cerrado al consciente. Esta es la razón por la que los cursos de preparación para exámenes aconsejan que, si alguna pregunta nos confunde, marquemos la primera respuesta que nos parezca correcta. Algunos estudios experimentales han demostrado que las primeras corazonadas son la base de las mejores decisiones, por encima de aquellas que se toman tras un análisis racional de los factores en pro y en contra.
Cuando más abiertos nos encontramos a la inventiva del subconsciente es en aquellos momentos en que no pensamos en nada en particular. Por ello “soñar despierto” resulta tan útil en la búsqueda de la creatividad. Después de haberse sumergido en un problema, dejarlo de lado por un tiempo suele dar muy buenos frutos, como bien demuestra la experiencia de Paul McCready, un inventor que ha abordado desafíos creativos como el de construir un avión que vuela utilizando la energía humana. McCready lo explica así: “Tienes que sumergirte en el tema; hasta cierto punto, necesitas una buena preparación técnica para poder empezar. Después, si el asunto te resulta interesante, empiezas a pensar en él en los momentos más extraños. Tal vez no se te ocurra una solución y te olvides por un tiempo; de pronto, mientras te estás afeitando, surge una buena idea.”
Cualquier momento en el que podemos soñar despiertos y relajarnos resulta fértil para el proceso creativo: una ducha, un largo trayecto en coche, una caminata en silencio, etc. Por ejemplo, Nolan Bushnell, fundador de la empresa Atari, tuvo la inspiración de lo que llegaría a ser un videojuego muy vendido mientras jugaba ociosamente con la arena de la playa.
Con suerte, la inmersión y el soñar despierto llevan a la iluminación, el momento en el que de repente se nos ocurre la respuesta como salida de la nada. Esta es la etapa que suele llevarse toda la gloria y la atención. Es el momento anhelado por todos, aquel en el que se exclama: “¡Eureka!”. Sin embargo, el pensamiento por sí solo todavía no es un acto creativo. La etapa final es la traducción de la iluminación a la realidad: cuando una idea se transforma en acción y se vuelve útil para nosotros mismos y para los demás.
Vidas y tácticas creativas. Parte de la creatividad reside en nuestra manera de ver. Cuando el biólogo Alexander Fleming, tras volver de unas vacaciones, descubrió que las bacterias en uno de sus discos de Petri habían muerto, no lo consideró simplemente como un traspié experimental más, como habrían hecho la mayoría de sus colegas. En vez de ello, se dio cuenta de que allí había ocurrido algo importante, aunque no se trataba en absoluto de lo que él estaba buscando. De su investigación de este “accidente” iba a surgir la penicilina.
El hallazgo de Fleming es una ilustración de la denominada “codificación selectiva”, o la habilidad de separar la información importante de la irrelevante. La mayor parte de los datos que la gente reúne acerca de un determinado asunto es de escasa o nula utilidad. La clave del pensamiento creativo reside en ser capaz de detectar la “señal” significativa entre el “ruido” inútil.
Otro camino hacia la iluminación creativa es la llamada “combinación selectiva”, es decir, una manera novedosa de combinar información clave una vez que ésta ha sido identificada. Así, Charles Darwin recopiló datos que en su mayoría ya resultaban conocidos para otros científicos de la época. Su original aportación consistió en organizarlos e interpretarlos de forma que lograran sustentar su teoría de la evolución.
Otra habilidad útil para la creatividad es saber establecer comparaciones y analogías. Muchos hallazgos creativos son el resultado de yuxtaponer elementos o ideas que comúnmente no aparecen juntos o de detectar un esquema oculto de conexiones entre las cosas. Las analogías y las comparaciones ayudan a poner la realidad en un nuevo contexto o a contemplarla de una manera completamente distinta.
En la Antigua Grecia, por ejemplo, Hierón, el tirano de Siracusa, desafió a Arquímedes a que manifestara si su corona estaba hecha de oro puro o si había sido adulterada. Arquímedes sabía cuánto pesaba el oro puro, pero la corona tenía una forma irregular: el reto era utilizar ese único dato para resolver el acertijo sin tener que fundir la corona. La respuesta le llegó mientras se bañaba. Según se cuenta, al meterse en la bañera apreció el hecho de que el agua subía; fue entonces cuando exclamó su famoso “¡Eureka!”, pues allí estaba la solución: el volumen de la corona se podía determinar midiendo el agua que aquella desplazaba y luego multiplicando esa cantidad por el peso específico del oro puro.
Cuando la creatividad está en su apogeo, se puede experimentar lo que los atletas y actores llaman “el momento blanco”. Es cuando todo nos sale bien. Nuestras habilidades se adecuan de manera tan perfecta al reto que creemos fundirnos con él. Todo parece armonioso, unificado y carente de esfuerzo. Ese momento blanco es lo que los psicólogos denominan “el fluir”. Las personas se encuentran entonces en su estado más alto. Puede darse en cualquier ámbito de actividad, mientras se pinta o se juega al ajedrez: el único requisito es que nuestras habilidades se adecuen a la perfección a las exigencias del momento y que desaparezca toda inhibición.
Cuando el talento coincide con las habilidades, entonces el fluir tiene más probabilidades de surgir. En ese instante, la atención está centrada plenamente en la tarea inmediata. Una señal de esta completa absorción es que el tiempo parece pasar mucho más rápida o mucho más lentamente. Las personas están tan inmersas en lo que están haciendo que viven indiferentes a cualquier distracción.
Mateo Padrón
Increibles herramientas, cada libro que leo de goleman me deja fascinado (:
Yesid Montaño
Comparto tu opinión. De los autores más fascinantes.
Michael Mora
saber cómo despertar la creatividad me parece algo súper necesario y este libro te lo enseña, muy guay!
Diego Rivero
Me ha gustado mucho la idea de soñar despierto ! Muy buena jajajaja Bendito Thomas! Jajajaja