Una crisis y cinco errores

Resumen del libro

Una crisis y cinco errores

Por: Carlos Rodríguez Braun Juan Ramón Rallo

Una explicación de la crisis económica internacional iniciada en 2007
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Introducción

 

Las crisis económicas no sólo son fenómenos dañinos en sí mismos, sino también por los peligros que se derivan de la forma en que se afrontan. Un naufragio reduce de manera drástica las opciones de los pasajeros, pero además multiplica los perjuicios que pueden ocasionar las decisiones equivocadas del capitán. Ante la crisis, por tanto, es urgente adoptar justo la actitud contraria a la de la precipitación y el pánico que, de forma natural, promueve la situación.
A la hora de hablar de la presente crisis económica se imponen con marcada insistencia cinco puntos de vista -tres diagnósticos generales y dos recomendaciones específicas- que suscitan un acuerdo casi universal:
  1. La culpa política de la crisis es del liberalismo.
  2. La codicia es la culpable moral.
  3. Las finanzas y la banca son actividades caracterizadas por la libertad de mercado.
  4. Los rescates bancarios son medidas inevitables e incuestionables.
  5. La necesidad de aumentar el gasto público para crear empleo es una estrategia adecuada de política económica para salir de la crisis.
En su conjunto, se trata de una interpretación que adolece de una doble debilidad: no son tan sólo cinco errores, sino que, además, todos ellos apuntan en una misma dirección: la de justificar el recorte de la libertad de los ciudadanos.

La culpa política de la crisis es del liberalismo

A propósito de la crisis económica que, iniciada a mediados de 2007 en Estados Unidos, se extiende hoy por buena parte del mundo, los ciudadanos reciben desde todas partes el mismo mensaje: la crisis se ha producido porque los gobiernos han renunciado a gobernar, han abdicado de sus responsabilidades, se han retirado o se han reducido, dedicándose a privatizarlo todo y a desregularlo todo, concediendo así a sus súbditos una libertad excesiva que estos no han podido o no han sabido administrar correctamente. En última instancia, el culpable no es otro que el liberalismo, al haber apostado los gobiernos por una reducción del papel y el peso de la Administración Pública.
No obstante, es cuestionable que la política realmente haya dado esos pasos atrás que los antiliberales de izquierdas y de derechas denuncian. Consideremos, para empezar, el caso de la privatización. No hay duda de que antes existían muchas y grandes empresas públicas y que en las últimas décadas su propiedad ha pasado del Estado a los individuos. Pensemos, por ejemplo, en empresas petrolíferas o en líneas aéreas que dejaron de depender de la política y saltaron al mercado.
Sin embargo, después de todo, en no pocos casos los Estados mantuvieron mecanismos de control en las empresas privatizadas; además, no cabe hablar de una auténtica privatización cuando el estado privatiza, pero no desmonopoliza, al conceder privilegios anticompetitivos a algunas empresas o al reservarse el control de las tarifas, tal y como sucede con bastantes de los servicios públicos privatizados.
La supuesta economía liberal sólo existe en la imaginación, porque en la práctica los gobernantes controlan empresas y mercados. Prueba de ello es la práctica generalizada de la presión sobre las autoridades para obtener favores y el habitual trasiego de personajes de la vida política que pasan a ocupar jugosos cargos en la empresa o en las finanzas privadas, sin que nadie se escandalice por ello.
La prédica políticamente correcta sobre la reducción del estado de bienestar es poco más que pura propaganda. El estado redistribuidor no se contrajo en ninguna parte y en España aumentó significativamente. Cualquier medida de gasto redistributivo -sanidad, educación, pensiones- está ahí para probarlo.
El argumento de la redistribución, que justifica una amplia intervención en los mercados, también guarda correspondencia con otras intervenciones que, en medio de una pretendida epidemia de servidumbre hacia el mercado, permanecieron intactas y en muchos casos se expandieron. Así, resulta significativo que la construcción haya sido señalada como culpable de la crisis y ejemplo de la ineficiencia del mercado libre, cuando se trata de un sector profundamente intervenido, con toda suerte de inspecciones y gravámenes, sin contar con la manipulación monetaria y crediticia.
Para contrastar la supuesta ola liberal con la realidad se puede pensar en la impresionante cantidad de actividades que el Estado no sólo realiza y controla, sino que también protagoniza. En efecto, un somero vistazo a lo que significa el peso público en la educación, la sanidad y las pensiones, y a las crecientes regulaciones que afectan a toda la vida de los ciudadanos -desde la fábrica que montan o el comercio que abren o la vivienda que adquieren o reforman, hasta su forma de comer, beber y fumar- basta para ver lo disparatada que es la idea de que el liberalismo de nuestro tiempo haya cometido excesos.
Esto resulta aún más visible en el campo monetario. Recordemos que, aunque el protagonismo de las Administraciones Públicas es enorme en la educación, la sanidad o las pensiones, cabe concebir la prestación privada de tales servicios. Dicho protagonismo es virtualmente total en la policía, la defensa y la justicia, y sin embargo no está prohibido el suministro por parte de empresas privadas de servicios de defensa, seguridad y arbitraje. Por otra parte, en las finanzas, la oferta de crédito está controlada también universalmente por entidades públicas -los bancos centrales-. Pero cuando estalla una crisis financiera, el culpable casi siempre se busca en el sector privado.
En ese mundo políticamente correcto de cálidas contradicciones, muchos se sienten cómodos en la imposible persecución de objetivos incompatibles. Una contradicción típica es el hecho repetido de que todas las crisis económicas se superan con menos libertad y más regulación, pero al llegar la siguiente crisis, el pensamiento prevaleciente la atribuye sistemáticamente a un exceso de libertad y a una falta de regulación.

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Biografía del autor

Carlos Rodríguez Braun

Carlos Rodríguez Braun es licenciado en Economía por la Universidad de Argentina, doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y catedrático de Historia del Pensamiento en dicha universidad. Es además conferenciante, analista y colaborador habitual de prensa, radio y televisión. Pertenece a la red de LID Conferenciantes.

Juan Ramón Rallo

Juan Ramón Rallo es profesor de Economía en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y director del Observatorio de Coyuntura Económica del Instituto Juan de Mariana. Colabora habitualmente en prensa, radio y televisión.  

Ficha técnica

Editorial: LID

ISBN: 9788483561348

Temáticas: Liderazgo

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