Los grandes oradores transforman a su público. Hacen que parezca que no se esfuerzan mientras lo seducen para que adopte sus ideas y pase a la acción. Esto no es algo automático: llega después de mucho esfuerzo por elaborar un mensaje que provoque una profunda resonancia y obtenga empatía.
Las presentaciones casi siempre se llevan a cabo para convencer al público de que cambie su mentalidad o su comportamiento. Presentar ideas puede provocar miradas de desconcierto o un entusiasmo desenfrenado, según lo bien que se presente el mensaje y lo bien que resuene entre el público. Después de una buena presentación, puedes oír decir al público: “Vaya, lo que ha dicho realmente me ha impactado”.
Pero ¿qué significa realmente que una presentación nos haya impactado o que haya obtenido una buena resonancia?
Veamos un fenómeno sencillo relacionado con la física: si conoces el ritmo de vibración natural de un objeto, lo puedes hacer vibrar sin tocarlo. La resonancia ocurre cuando la frecuencia de la vibración natural de un objeto responde a un estímulo externo de la misma frecuencia.
¿Cuántas veces has deseado que tus alumnos, empleados o inversores saltaran, se realinearan o se sacudieran hasta quedar colocados exactamente en el lugar indicado para poder crear un nuevo futuro?
Se puede conseguir un público obediente y unido en sus pensamientos si te ajustas a su frecuencia para que el mensaje resuene profundamente. Tus oyentes se darán cuenta del lugar en el que están y se moverán para crear algo colectivamente bello. Una oleada.
El público no necesita sintonizar contigo: tú tienes que sintonizar tu mensaje con ellos. Una presentación bien hecha requiere que entiendas sus emociones y sus ideas, y que crees un mensaje que resuene con lo que ya existe. Tu público se conmoverá si le transmites un mensaje en sintonía con sus necesidades y deseos.
El cambio es saludable. Las presentaciones se basan en el cambio. Las empresas y, de hecho, todas las profesiones han de cambiar y adaptarse con el fin de mantenerse vivas.
Una vez que una organización alcanza su madurez, nunca puede considerarse demasiado aposentada. Para evitar su potencial declive, ha de alterar y adaptar su estrategia a fin de encontrarse en el lugar y en el momento adecuados en el futuro.
Para conservar su buena salud, una organización ha de hacer cambios y mejoras continuamente. Eso convierte incluso hasta las presentaciones más sencillas de reuniones de personal en una plataforma para la persuasión. Tienes que convencer a tu equipo de que debe autoorganizarse en un lugar definido en el futuro si no quieres conducirlos a la desaparición de la empresa.
Unir a todas las partes interesadas de una empresa para que avancen juntas hacia un curso de acción común forma parte del proceso de supervivencia e innovación. Los directivos de cualquier nivel de una organización han de ser capaces de crear resonancias si la organización quiere controlar su propio destino.