Notas desde la trinchera

Resumen del libro

Notas desde la trinchera

Por: Marcos de Quinto

Una visión fresca y sincera de un alto ejecutivo sobre la vida y la empresa
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Introducción

La gente escribe libros por muchos motivos diferentes, pero a mí me pidieron que lo hiciera: los de la editorial Planeta, expertos en lo suyo, anticiparon que hay gente interesada en conocer mis ideas y experiencias sobre el mundo empresarial, un mundo al que he entregado treinta y seis años de mi vida en primera línea de fuego y al que, afortunadamente, he podido sobrevivir.
A mí no me importa tanto que las cosas que yo haya podido ver o vivir se pierdan para siempre “como lágrimas en la lluvia”. Lo que no me gustaría que se perdieran son los aprendizajes que extraje de ellas. Porque, de perderse, probablemente me preguntaría a mí mismo: “Y todo eso… ¿ha valido de verdad la pena?”. Por ello este libro no nace desde la nostalgia, sino desde la esperanza. Me gustaría verlo como el testigo que un corredor, en una carrera de relevos, pasa a su compañero para que la continúe con fuerzas renovadas. La nostalgia es una trampa, puede que dulce, pero trampa al fin y al cabo. Mirar al pasado solo es un sano ejercicio si lo que busquemos en él es inspiración, no un refugio frente al futuro.
Empecé a trabajar sin saber nada del mundo de la empresa. En mi ignorancia, creía que era como una extensión del colegio o de la universidad, que todo estaba regalado, que el mérito y el esfuerzo se recompensaban automáticamente. Creía que nadie iba a suspenderte si tenías bien todas las respuestas del examen, y que todo, absolutamente todo en la empresa, estaba más que estudiado. Asumía que los jefes eran jefes y estaban ahí porque eran los más preparados y tenían las cosas bajo control.
La ignorancia da mucha tranquilidad. Cuanto más entiende uno de algo, emergen más evidentes los defectos, errores y riesgos que nos rodean, por lo que se sufre más. En la empresa sucede igual: cuando vas adquiriendo mayores conocimientos y experiencia, más consciente eres de todo lo que hay que mejorar, de todo lo que queda por hacer, de que nadie tiene nada “bajo control por completo”. Y aquellos jefes que creías superhombres infalibles se nos revelan repentinamente humanos, mientras los observamos luchar por sobrevivir ante unos acontecimientos que constantemente los superan.
Al final llega un momento en el que puedes, por fin, subir las escaleras y asomar la cabeza para ver la cubierta del barco en cuya sala de máquinas, en lo más bajo, llevas tiempo trabajando. Arriba, las olas barren la cubierta y el timón lucha contra las manos que desesperadamente tratan de mantenerlo en rumbo. Parado allí, empapado, uno puede volver corriendo a encerrarse en el camarote a rezar… o permanecer allí, ayudando a sujetar ese maldito timón. También a veces, las menos, cuando uno finalmente sube a cubierta, puede descubrir que no hay nadie, que nadie está pilotando la nave. Y ahí empieza el vértigo.
Se dice que la experiencia es un peine que te llega cuando ya no tienes pelo. Afortunadamente aún me queda pelo, pero en este libro no me importa compartir mi peine de pensamientos, de ideas surgidas y escritas “desde la trinchera”, con la autenticidad de alguien a quien las balas le han silbado cerca, muy cerca, mientras garabateaba estas cosas en sus cuadernos.
Nadie te enseña a vivir, excepto la vida, y nadie te enseña a gobernar una nave excepto el propio mar. Ningún libro puede sustituir la propia vivencia, pero sirva este para anticiparos algunas de ellas a aquellos de vosotros que iniciáis la travesía a bordo de una empresa. Y a quienes estáis llegando al final del camino de vuestra vida profesional, que el libro os ayude a recordar las vuestras.

Sobre el éxito y la desobediencia

Todos tendemos a anhelar lo que no tenemos, mientras restamos valor a lo que tenemos. Lo más curioso es que a veces deseamos cosas de las que creemos carecer y que, sin embargo, están ahí, como “el éxito”.
Probablemente existe una idea de éxito, más o menos compartida, que consistiría en una mezcla de estatus económico, reconocimiento profesional y una forma de vida que intuyamos deseable. No obstante, cuando miramos a quienes suponemos “personas de éxito”, nos fijamos principalmente en lo que queremos ver de ellas, en el trozo que quisiéramos para nosotros, ignorando el paquete entero. Y obviamos que dicha persona, a su vez, podría anhelar ciertas cosas que nosotros poseemos y a las que apenas otorgamos importancia. Por ello creo que el éxito habita solo en los ojos de los demás, que únicamente ven lo que anhelan para ellos.
Y ¿sabes una cosa? Nunca “quise llegar”, nunca me planteé ser directivo de una multinacional. Entré en la compañía con la única pretensión de trabajar un par de años para pedir luego un año sabático, pero me fui —o me fueron— liando. Y así, sin habérmelo propuesto, me vi empujado hacia arriba.
Creo que cuando haces lo que te gusta, las cosas tienden a salirte bien; y entonces la gente se fija en ti. Por el contrario, cuando el trabajo no se vive, nos acaba matando en silencio y las cosas acaban saliéndonos mal.
Sinceramente, creo que no hay que renunciar a nada. La renuncia nunca garantiza el éxito y puede convertir nuestra vida en miserable. La mayor parte de la gente no llegará adonde sueña, pero aun así serán capaces de renunciar a todo aquello que les alegra la vida solo por seguir soñando que algún día alcanzarán su sueño. Pero vivir en los sueños impide vivir la propia vida y disfrutar de ella.
Las metas se podrán alcanzar o no, pero hay que entender que nuestra vida no transcurre en ellas, sino en el camino hacia ellas. Por lo tanto, el que sepa disfrutar del camino siempre tendrá mayor recompensa que el que penó por llegar adonde finalmente no pudo.
La pasión por lo que uno hace convierte a las personas en “descontentas” con el statu quo. Cuando a uno le apasiona su trabajo, se mete en él hasta el cuello y se acaba implicando en lo que hace y en por qué lo hace. Esa pasión lleva inevitablemente a detectar fallos, así como oportunidades para mejorar las cosas. Y es que la desobediencia puede llegarnos a aportar grandes beneficios y descubrirnos caminos nuevos para abordar viejos problemas.
Hace un tiempo, en Bélgica, se culpó a una partida de coca-colas de causar un envenenamiento “masivo” que acabó probándose falso. Nosotros en España reaccionamos con extraordinaria rapidez, sin esperar instrucciones de nuestra central en Atlanta. En aquellos momentos la recomendación era hacer ruedas de prensa, a pesar de la escasa y confusa información que llegaba desde Bélgica y del riesgo de que los periodistas nos “malinterpretaran”. Decidimos que, en lugar de eso, publicaríamos nosotros directamente una página al día en todos los periódicos de España para informar de la situación a medida que se fuera esclareciendo. El coste de esas páginas diarias era escandaloso, pero preferimos perjudicar el beneficio de ese trimestre e intentar salir cuanto antes del bache de reputación, antes que comprometer la viabilidad del negocio en nuestro país a medio y largo plazo. Pues bien, esta estrategia fue un rotundo éxito, y nos permitió ser quienes diéramos el mensaje sobre nosotros mismos y no dejar que otros lo transmitieran en nuestro lugar. Todo ello nos ayudó a salir antes que nadie de la crisis de confianza que se había abierto con el público, y confirmar nuestras actuaciones cuando la verdad salió a la luz.
Creo fundamental que asumamos la certeza de que, alguna vez, todos vamos a ser despedidos. Lo importante es que cuando eso se produzca sea al menos por nuestros propios errores, y no por los ajenos. No hay mayor tranquilidad que acudir todos los días al trabajo estando dispuestos a que sea nuestro último día en él, pero con la convicción de que vamos a hacer lo que en conciencia creemos mejor para el negocio. A veces hay una gran diferencia entre hacer lo correcto y hacer lo que se espera que hagamos. Yo, generalmente, me he inclinado por lo primero.
En mis años en Coca-Cola he podido comprobar que la desobediencia nos ha sido consentida en tanto aportáramos los resultados que se esperaban de mi unidad de negocio. La aportación que dábamos a la empresa compraba nuestra libertad de acción, y no hay mayor satisfacción que trabajar para superiores inteligentes que comprendan esto.
Creo que jamás hay que rendirse ante las presiones. Si uno cree en lo que su empresa significa, ha de luchar por lo que cree que le conviene a esta. Rendirse, encogerse de hombros y seguir cobrando un salario sabiendo que no se hace lo correcto debe de ser muy frustrante. Me imagino… porque esa experiencia, afortunadamente, elegí no vivirla nunca.

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Biografía del autor

Marcos de Quinto

Marcos de Quinto es uno de los ejecutivos españoles que más alto ha llegado en el mundo de las grandes corporaciones. En 2015 fue nombrado vicepresidente ejecutivo y director mundial de The Coca-Cola Company. Con su arrolladora personalidad y un estilo poco convencional, ha decidido compartir todo lo que ha aprendido en sus treinta y seis años de experiencia en lo que él denomina “las trincheras” de la empresa.

Comentarios

Unos de los mejores resumenes de Leader! ORO PURO

Concuerdo totalmente contigo. UNA PEPITA DE ORO