Los ganadores nunca mienten

Resumen del libro

Los ganadores nunca mienten

Por: Jon M. Huntsman

Una brújula moral para dirigir(se)
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Introducción

 

Huntsman Corp. es una compañía dedicada a la fabricación y comercialización de distintos productos químicos utilizados en la manufactura de innumerables artículos, desde automóviles o aviones hasta ropa deportiva o compuestos agrícolas. Fundada en 1970 por Jon M. Huntsman, en la actualidad emplea a más de 11.300 trabajadores y tiene fábricas en 43 países.
En este libro, Jon M. Huntsman cuenta su experiencia en la dirección de una de las empresas más importantes de Estados Unidos. Firme defensor de los valores de la empresa familiar, Huntsman hace un recorrido por temas tan importantes como la ética empresarial, el auténtico liderazgo, el trabajo en equipo o la importancia de las iniciativas humanitarias desarrolladas por las empresas de éxito.

La ética empresarial y el carácter

Jon M. Huntsman comienza su libro haciendo referencia a sus orígenes modestos en un pueblo de Idaho. Allí comenzó a hacerse un “hombre duro”, competitivo y capaz de dar todo lo mejor de sí mismo en la difícil batalla de la existencia. Pero también aprendió que en la vida siempre hay que jugar limpio. Aquellos valores que le fueron transmitidos en la niñez siguen siendo válidos para él en el mundo de los negocios, donde es conocido mundialmente por dirigir empresas de éxito.
Sin embargo, aquellos valores morales de antaño parecen olvidados en nuestra sociedad actual. Sólo hay que mirar a nuestro alrededor y ver cómo la avaricia recorre los recovecos de Wall Street, cómo los abogados corporativos logran acumular dinero manipulando contratos o buscando formas de incumplirlos, o cómo algunos directivos llevan vidas de príncipes mientras los incautos inversores pierden su dinero, los empleados su trabajo y, lo peor de todo, la sociedad en general siente cómo se desvanece su confianza en las empresas. Las palabras de Abraham Lincoln parecen haber sido dichas ayer mismo: “No hay lugar más difícil en el que encontrar a un hombre honesto que en Wall Street en la ciudad de Nueva York”.
¿Cómo es posible que el éxito material sea hoy más importante que la forma en que se ha conseguido? Algunos pueden llegar a pensar que el sacrosanto Sueño Americano no puede realizarse sin recurrir a la malicia y el engaño, pero nada más lejos de la realidad. Difuminar las fronteras entre lo que está bien y lo que está mal es la antítesis del American Dream, donde a cada persona se le otorgan las mismas oportunidades de participar en un juego donde prima la justicia, el honor y la integridad.
La gente tiende a racionalizar la mentira y el engaño con el seductor argumento de que son indispensables para mantenerse a flote en este mundo tan competitivo. El camino que se desvía de la rectitud es tentador y atractivo, pero la quiebra moral está a la vuelta de la esquina. Es necesario un rearme ejemplar en el mundo de las empresas que retorne a los valores éticos universalmente reconocidos, que permiten a los hombres y mujeres de negocios conseguir sus objetivos vitales sin caer en la trampa de la acumulación sin más de la riqueza.
El gris no es un sustituto del blanco o del negro. Cuando, por ejemplo, se tiende la mano a alguien para cerrar un trato, se da por hecho que se trata de un gesto con un significado preciso. Para ilustrar que hay ciertos valores con dimensión universal, el autor nos invita a un viaje imaginario al estado de Arunachal Predesh, en el extremo nororiental de la India, donde conviven más de 100 tribus, cada una con su propia cultura, lengua y religión. Para todas aquellas sociedades “primitivas”, la honestidad es un valor absoluto y no existen las medias tintas. Jon M. Huntsman ironiza sobre el hecho de que, en la mayoría de las sociedades educadas e industrializadas de hoy en día, el mayor problema estribe en relativizar todo lo que tenga que ver con la integridad.
La conciencia es una especie de brújula que conecta nuestros actos con nuestros valores. El problema radica en que ciertos comportamientos hacen que nos olvidemos de esa brújula: la arrogancia desdibuja los límites y la desesperación anula el buen sentido. Pero la conciencia sigue ahí, ejerciendo de centinela. Muchos contraargumentan con el hecho que el mundo actual tolera muchas actividades dudosas. Es cierto que la sociedad es mucho más permisiva que antes, pero hagámonos esta pregunta: ¿la sociedad ha dejado de condenar el robo, el fraude, el maquillaje de cuentas o la malversación de fondos? La respuesta es, obviamente, que no. Los comportamientos deshonestos son igual de vituperables que hace 100 años, aunque la verdad es que el entorno en el que vivimos crea una racionalización mucho más creativa y sofisticada de las conductas indignas.
Los niños saben diferenciar perfectamente cuándo un comportamiento es correcto o no. Nunca han oído hablar de Sófocles, pero entienden el mensaje de que “no hay testigo más terrible o fiscal más poderoso que la conciencia”. La virtud, a diferencia de lo que ocurre con las leyes, no puede ser impuesta políticamente, aunque es cierto que los burócratas no dejan de intentarlo. Así, en Estados Unidos existe la ley Sarbanes-Oxley Act, que intenta recuperar la credibilidad de los mercados después de varios y recientes escándalos corporativos. Sin embargo, el respeto, la cortesía o la integridad solamente volverán a nuestra sociedad con el retorno individual a los valores.
Otro de los argumentos utilizados para mentir y estafar es que todo el mundo lo hace. Pero el éxito o llegar a lo más alto sin importar los medios es, por definición, un objetivo inmoral. Los ingredientes para el éxito a largo plazo son bien conocidos por todos: coraje, visión de futuro, constancia, riesgo, sacrificio, disciplina y honestidad. Los que intentan los atajos fraudulentos nunca llegan demasiado lejos y cuando encuentran su caída, ésta es rápida, dolorosa y duradera.
La reputación es cómo te ven los demás. El carácter es cómo actúa uno mismo cuando nadie está mirando, y está determinado por la integridad y el valor. Estos rasgos, o la falta de ellos, son el fundamento de las decisiones morales en la vida. Una vez que la falta de honestidad hace su aparición, la desconfianza se convierte en el sello distintivo del trato posterior. Los hombres de negocios no ponen su integridad en peligro por el hecho de buscar siempre lo mejor para sus empresas o negociar acuerdos ventajosos para sus intereses. Pero tienen que hacerlo de forma justa y honesta.
El propio autor es conocido por ser un férreo negociador, hasta el punto de que el director general de una empresa se negó a negociar la fusión de su compañía con la de Huntsman, porque tenía miedo de que en el sector le criticaran de por vida por “haberse bajado los pantalones” o haber vendido la empresa en el momento equivocado y por un precio irrisorio. Pero, según afirma Huntsman con orgullo, nadie se ha negado nunca a negociar con él porque sus métodos generaran desconfianza.
El autor pone el ejemplo de las comisiones ilegales que le exigieron a su empresa cuando se instaló en Tailandia. Huntsman Chemical creó una joint venture con Mitsubishi en este país y al poco tiempo comenzaron a llegar presiones para que pagaran una serie de incentivos a algunos miembros del gobierno tailandés. Huntsman Chemical se negó a ello, y como Mitsubishi se refugiaba en el argumento de que era una práctica extendida y en que ese tipo de comportamientos no llevaría a nadie a la cárcel, Jon M. Huntsman decidió vender su parte en este negocio. La venta no resultó enteramente ventajosa a corto plazo, pero cuando llegó la crisis económica del subcontinente asiático, con el consiguiente hundimiento de todo el sector químico, Huntsman recogió con creces los beneficios de actuar con honestidad. Además, se ganó la reputación de incorruptible y nunca más volvió a tener problemas de este tipo en ninguna parte del mundo.
La competencia es parte integral del espíritu emprendedor y de la economía de mercado. El engaño y la mentira, no. Si el carácter inmoral de estas actividades no es impedimento suficiente para evitarlos, es importante no olvidar nunca que lo más probable es que nos conduzcan al fracaso.
Los niños observan cómo actúan sus mayores y los imitan; los empleados observan a sus gestores; los ciudadanos a sus líderes políticos. Si todos estos líderes se comportan de una manera incorrecta, sus seguidores harán lo mismo. Es tan sencillo como esto. Sin embargo, hay que decir que no existen atajos en el juego de los negocios (o de la vida). Lo que hay son tres tipos de personas: los perdedores, los ganadores temporales y los auténticos triunfadores que se mantienen en el tiempo. ¿La diferencia?: el carácter.

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Biografía del autor

Jon M. Huntsman

Jon M. Huntsman es el fundador y Presidente de Huntsman Corporation. Creada en 1970 junto con su hermano Blaine, llegó a ser en el año 2000 la empresa familiar más importante de los Estados Unidos, con una cifra de negocios superior a los 12.000 millones de dólares. En el currículum de Huntsman figura haber sido asistente especial durante la primera parte del mandato del Presidente Nixon y ser el primer extranjero que poseyó empresas privadas en la antigua Unión Soviética. Es además el principal patrocinador del Huntsman Cancer Institute, fundación líder en la prevención, diagnóstico y tratamiento del cáncer. Ha sido directivo de incontables empresas e instituciones, entre las que destacan la Cámara de Comercio de los Estados Unidos y la Cruz Roja Norteamericana.

Ficha técnica

Editorial: Wharton School Publishing

ISBN: 9780137009039

Temáticas: Liderazgo

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Comentarios

"no hay testigo más terrible o fiscal más poderoso que la conciencia”. A largo plazo si pensamos ser personas exitosas deberíamos de preocuparnos hoy por tener unos valores que sostengan ese éxito a largo plazo. Humildad, confianza en uno mismo, sinceridad y compromiso, son características que podemos trabajar para empezar a amoldar ese camino de éxito que nos espera.