Introducción
Nadie va a negar la importancia de realizar bien un trabajo. La concentración en lo que se hace y la excelencia en el desempeño son necesarias para destacar y llegar lejos. Pero no son condiciones suficientes, pues el éxito verdadero requiere algo más que disciplina y eficiencia. Si usted realiza un excelente trabajo pero nadie lo nota…; si lleva a cabo esfuerzos sobrehumanos y adelanta sus tareas en tiempo récord, pero los demás lo ven como un autómata que no tiene aspiraciones… entonces no será mucho más que eso. Porque en la forma en que los demás perciben aquello que hace radica el respeto, la valoración y la admiración que le profesan: es decir, su posibilidad de ascender y llegar a la cúspide de cualquier organización.
Hay un trabajo oculto, más importante y vago que el listado de tareas que cada empleado desempeña, y consiste en hacer que la organización funcione. Muchas personas no sacan provecho de su trabajo porque pasan demasiado tiempo trabajando y rara vez levantan la cabeza para ver qué está pasando a su alrededor. Cuando los demás piensan que usted se preocupa por la organización y no por su pequeña parte dentro de ella, habrá salido del montón. Para eso son estas diez reglas del trabajo. Mientras todos los demás se concentran únicamente en lo que hacen, usted puede seguirlas y procurarse el éxito. Ninguna de estas reglas le exige manipular a otros o traicionarse a sí mismo. En lugar de pretender que los demás hagan algo, son orientaciones para que usted mismo efectúe algunos cambios en su comportamiento, sin que esto implique convertirse en otra persona, ni sacrificar sus valores o su auténtica personalidad. Estas reglas, en definitiva, no son difíciles de aprender, pero su dominio exige tiempo, dedicación y trabajo.
Regla 1. Practique su forma de comportarse
La imagen que usted proyecta es tan importante como la responsabilidad con que asume su trabajo. Al fin y al cabo, quien decide sus ingresos, sus oportunidades y sus ascensos no es usted mismo, sino otras personas que, para hacerlo, se rigen por la percepción que tienen de usted. Entonces, ¿por qué no facilitarles la tarea y proyectar una imagen de éxito? Haga que su trabajo destaque, haga que su nombre circule en la boca de los directivos… Eso implica dos cosas: por un lado, conlleva hacer muy bien su trabajo, dedicarse a él de lleno, concentrarse en lo que hace y no distraerse nunca; por otro, debe hacerles saber a los demás que usted existe y que es muy bueno, sin necesidad de alardear de su trabajo ni de andar reprochando todas las tareas que tiene a su cargo. Es decir, el trabajo duro debe ir aparejado al hecho de cultivarse la imagen de una persona relajada, que lo tiene todo bajo control y logra mantenerse fría. Usted no tiene pánico, no tiene prisa y disfruta de lo que hace.
Si no se divierte, está perdiendo el tiempo. Y eso no quiere decir que las horas de oficina haya que dedicarlas a jugar al ping-pong y a comer rosquillas. Significa que su trabajo debe darle alegría; no tiene por qué avergonzarse al reconocer el placer que le genera. Si quiere que lo vean como un emprendedor despreocupado o como ese empresario playboy cuya vida todos admiran, comience por parecerlo. Trabaje duro, pero muestre entusiasmo: no necesita andar recordándole a nadie el sudor que le cuesta su disfrute.
En el ámbito de la organización, la mejor estrategia para que su trabajo destaque consiste en generar sorpresas. Sálgase en ocasiones de la rutina y, en lugar de hacer lo que todos hacen, pruebe algo diferente, vaya un poco más allá. Un informe no solicitado, un procedimiento novedoso, algo que muestre su iniciativa… U ofrézcase como voluntario para realizar tareas diferentes a las suyas. Haga lo que haga, en todo caso, no olvide nunca que debe mantener el factor sorpresa y proceder con prudencia y moderación. Si usted es esa persona que siempre está haciendo más de lo que le piden, que se ofrece para cada tarea, que se queda horas extra archivando documentos… habrá ganado muy poco y es mucho lo que habrá perdido. Se trata de destacar, pero no de sobrecargarse ni de que lo tomen por tonto.
Para que su nombre suene en la organización, hágase un nicho propio. Identifique o desarrolle esa área en la que usted sabe más o se desenvuelve mejor que todos sus colegas. Puede ser algo muy puntual, como conocer el nombre y las aficiones de todos los clientes de la empresa, o ser un experto en programación. Y claro, mucho mejor si se trata de algo que su jefe necesita; así usted será un consultor, más que un empleado. Al apropiarse de un espacio que se encontraba desocupado, usted verá rápidamente que su nombre comienza a resonar. Pronto lo pronunciarán sus jefes. Y los jefes de sus jefes hablarán de usted. Estar en boca de ellos, recibir tareas de confianza, pasar tiempo entre los directivos: he ahí los primeros pasos para convertirse en uno de ellos.
Finalmente, si quiere que su trabajo destaque, prometa por debajo de sus posibilidades y rinda por encima de ellas. Si sabe que tendrá un encargo en diez días, pida quince y trate de entregarlo en cinco. No es falta de honestidad, es prudencia. Si se lo reprochan, diga que usted prefiere tener un margen de contingencia por si se presentan imprevistos. Así no solo no quedará mal nunca, sino que, por el contrario, dará grandes sorpresas. Algunos mantienen un desempeño de alto nivel y su nombre ya no vuelve a sonar. Otros no se contentan con eso y dan sorpresas esporádicas para que nadie olvide su presencia. Apúntese a ser este último.