Introducción
Superar una crisis, incluida la que atravesamos, no es volver a tener, sino conseguir ser, es decir, aprender a afrontar cada instante con dignidad, esperanza y sentido de la realidad. En este libro, Álex Rovira nos dice que “la crisis será lo que hagamos de ella”. El autor asume la dificultad como signo de vida, pero nos enseña a incorporar lo bueno del pasado, a entregarnos al cambio, a desafiar la rutina, a crear y a pensar de manera diferente, a encontrar un sentido al dolor y a disfrutar de la Buena Crisis. Los momentos de crisis son propicios para aprender a combatir las dificultades, los cambios inesperados, la inmovilidad… y utilizar la inteligencia, confiar y seguir remando.
La Buena Crisis nos presenta las claves para la transformación de la existencia a partir del aprendizaje que genera una dificultad, sea de la naturaleza que sea, con ejemplos de superación y palabras que revitalizan. Se trata de una obra imprescindible para convertir las crisis en nuevas oportunidades.
Gracias, Crisis
En este período de oscuridad económica y de posibilidades vitales guillotinadas, mantener la confianza y agradecer las vicisitudes, preocupaciones, desplomes, cancelaciones de planes y sustos no es una broma de mal gusto, sino toda una invitación a la esperanza.
La crisis no es únicamente un maremágnum de miedos, decepciones y expectativas sombrías, sino que…
- puede proponernos entrar en nuevos escenarios que aparecen de manera inesperada;
- nos fuerza a adaptarnos a las emergencias y nos zarandea para que nos demos cuenta de lo que somos capaces de conseguir;
- es la oportunidad para tomar conciencia, abrir los ojos y ver aquello que no podíamos o no queríamos ver.
Gracias a la crisis, propiciamos el cambio. El no-cambio y la resistencia a aceptar que las cosas han variado de forma significativa son mucho peores, ya que pueden arrastrarnos hacia una situación crítica: cruzarse de brazos cuando hay un incendio es síntoma inequívoco de que un pirómano habita en nosotros. La rutina deriva en crisis, porque el inmovilismo es insostenible y, en última instancia, conduce a la muerte.
Del mismo modo, y porque el veneno siempre está en la dosis, no debemos pasarnos por exceso. Aun cuando hablamos de crecimiento económico, no se puede mantener un aumento interanual de dos cifras y asumir que es lo normal; es como nuestros huesos: si crecieran sin medida, terminarían por romperse.
Estar en el pozo, a merced de las deudas, las críticas o la tristeza, no es una señal para que nos abandonemos a ser enterrados por ellas, sino un acicate para que las apartemos y las usemos para llegar hasta arriba caminando sobre ellas. Lo que nos hiere y lo que tanto tememos pueden ayudarnos a salir del agujero. Es como la parábola del caballo en el pozo:
Cuenta la historia que un campesino que se enfrentaba a grandes dificultades para salir adelante tenía algunos caballos para los trabajos de su pequeña granja. Un día, muy a su pesar, su capataz descubrió uno de los animales en un pozo muy profundo del que sería casi imposible sacarlo. Aunque el caballo no estaba herido, el campesino evaluó la situación y concluyó que la operación de rescate suponía una inversión demasiado alta. Decidió entonces que era preferible ordenar al capataz que sacrificase el caballo lanzando tierra en el pozo hasta enterrarlo. Comenzaron a rellenar el pozo con tierra, pero a medida que caía sobre el animal, este se la sacudía, la pisoteaba y quedaba acumulada en el fondo del pozo, lo que le servía al caballo para subir y subir hacia la superficie.