La búsqueda del sentido a través de la pasión y el gusto por lo que hacemos. La importancia del gusto por lo que hacemos es un elemento del que se habla con creciente interés, pero son pocas las personas que creen posible reconciliar sus gustos y pasiones con la profesión que ejercen. No obstante, realizar tareas que nos desagradan puede volverse bastante arriesgado, pues ello aumenta las probabilidades de perder nuestro puesto en favor de aquellos que sienten pasión por ese trabajo.
En las sociedades globalizadas, la seguridad laboral representa con evidencia creciente una contradicción en términos. En ese contexto, el principal capital de las personas vienen a ser sus conocimientos, habilidades, relaciones y el entusiasmo por lo que hacen. Alcanzar un triunfo concluyente requiere una determinación que sólo se puede alimentar de la pasión o, al menos, del gusto por la tarea que desempeñamos. Larry Bossidy, director general de empresa ya jubilado y autor del libro Ejecución: la disciplina de hacer las cosas, considera que el disfrute con lo que hacemos es un “imperativo competitivo”, porque sólo cumpliéndolo “conseguiremos hacer más y hacerlo mejor que la persona que tenemos al lado” y, de no ser así, “ya se encontrará a alguien que lo realice con más entusiasmo ”.
El tema de la satisfacción o la pasión por el trabajo no es baladí, sino que se encuentra directamente relacionado con la supervivencia en un mercado laboral competitivo donde hay mucha gente que aspira a nuestro puesto y puede sentir más emoción que nosotros. Los apasionados emplean el doble de tiempo en pensar en lo que han logrado, lo factible que es el trabajo y en lo capaces que se sienten para llevarlo a cabo. Las personas con amor por su trabajo se esfuerzan más, realizan mayor número de intentos, actúan más rápidamente y alumbran ideas estimulantes. En consecuencia, cuentan con más oportunidades de promoción y su contribución al funcionamiento de la empresa es más alta que la de aquellos que trabajan sólo por motivos económicos.
De ahí que resulte vital el que la empresa otorgue un sentido al trabajo de sus empleados. Según John Seely Brown, jefe de investigación en el Xerox Park, “las personas con talento buscan organizaciones que no sólo les ofrezcan dinero, sino también metas espirituales que les puedan inspirar, mover a la acción y que estén relacionadas con sus valores personales; una especie de misión que les dé la oportunidad de hacer un trabajo capaz de diferenciarles del resto”.
Hay que elegir el camino que más nos atraiga, para bien o para mal, porque sólo entonces dispondremos de la fortaleza necesaria para desarrollar todo nuestro potencial y sobrevivir a las posibles adversidades. Enamorarnos de lo que hacemos es la única manera de asegurar un éxito innegable a nuestra vida profesional.
El equilibrio y las pasiones. Las normas de la sociedad nos obligan a llevar una vida “equilibrada”, con compromisos equitativamente distribuidos entre el trabajo, la familia, la comunidad, nosotros mismos, etc. Sin embargo, este “equilibrio” a menudo se consigue a costa de descuidar alguna de nuestras pasiones. En lugar de “equilibrar” nuestras vidas, resulta mucho más productivo equilibrar nuestras predilecciones. No es necesario convertir cada una de ellas en una carrera profesional, pero sí encontrarles un sitio en nuestras vidas.
Por otra parte, las necesidades del trabajo en las organizaciones requieren con frecuencia que el empleado se dedique a un único cometido principal. Sin embargo, esto no debería representar un impedimento para desarrollar otras ilusiones profesionales.
Aquellos que han experimentado el éxito duradero y una vida con sentido suelen tener más de una pasión. El tiempo que dedican a las no relacionadas con su profesión les ayuda, de manera indirecta, a mejorar su entendimiento sobre ciertos problemas. Esta “visión periférica” permite contemplar los distintos aspectos o dimensiones de una idea o de un asunto. A muchas personas se les ocurren soluciones creativas mientras meditan, se duchan o practican su deporte favorito. En ese sentido, Richard Kovacevich, uno de los más respetados líderes empresariales y presidente de una de gran compañía triunfadora, Wells Fargo, comenta que sus mejores resultados los obtiene después de aplicar lo que aprende en la cancha de baloncesto, su deporte preferido. Kovacevich suele pasar cuatro horas diarias practicándolo. Según él, el baloncesto le ha enseñado todo lo que hay que saber sobre un equipo, mucho más que sus clases de MBA. Ser creativo con nuestras pasiones debe tener su lugar en nuestra vida y en el trabajo, con unos beneficios que no se pueden forzar o predecir.
El “pensamiento periférico” tiene la capacidad de actuar como catalizador de nuestras pasiones. Para ello es conveniente dedicarle un cierto tiempo, bien en el trabajo o después de él, para experimentar con ellas. Empresas como Google animan a sus empleados a dedicar un 15-20% de su tiempo de trabajo al “pensamiento periférico”, como una medida de apoyo para la generación de nuevas ideas. Ese tiempo les permite desarrollar sus propios proyectos hasta que están listos para ser presentados a la dirección. Así fue como Krishna Barat, uno de los principales informáticos de Google, llegó a concebir las “Google News”. Su interés personal en los medios de comunicación encontró la aplicación práctica cuando, tras el 11 de septiembre de 2001, se hizo patente la dificultad de encontrar y clasificar las noticias en Internet.
La mayoría de las personas seguramente carece del tiempo, del dinero, la energía o el apoyo de la empresa necesarios para explorar sus pasiones. No obstante, estas mismas limitaciones o miedo a los riesgos también las vivieron quienes hoy pueden presumir de un éxito prolongado, pues a pesar de todas las trabas, hicieron el intento de dar vida a su pasión. Según Herminia Ibarra, “tenemos que poner a prueba nuestras fantasías si no queremos que permanezcan como tales”; “sabemos quiénes somos y lo que valemos sólo cuando enfrentamos nuestras fantasías con la realidad”.
La integridad del sentido. A mucha gente le fascinan y le producen envidia las vidas de los ricos y famosos. Aunque resulte tentador estudiarlas con el objetivo de trazar una posible guía para nuestras propias vidas, con ello no llegaríamos muy lejos. Los mejores empresarios y los multimillonarios no han hecho nada parecido.
El valor que todos ellos comparten es la integridad del sentido al que han decidido dedicar sus vidas. Cada vez que se enfrentan a la necesidad de tomar una decisión, intentan encontrar en ella su sentido personal. Independientemente de sus circunstancias, estas personas se empeñan permanentemente en encontrar un sentido que confiera un valor añadido a sus acciones.
Las empresas que pretendan tener visión deben poseer unos valores fundamentales que inspiren sus decisiones y acciones. Estos valores pueden variar de una empresa a otra y cada organización tiene que descubrir cuáles son los suyos. Los valores fundamentales que no son verdaderamente asumidos por los miembros de la organización resultan de muy poca utilidad.
Uno de los mejores ámbitos para ilustrar cómo los valores se pueden interpretar de maneras diametralmente opuestas, y aun así permanecer como uno de los principales motores, es la política. En Estados Unidos, por ejemplo, la integridad personal del candidato presidencial ejerce una gran influencia, a menudo decisiva, en la intención de voto. Muchos de los presidentes norteamericanos del siglo XX (Kennedy, Carter, Reagan, Bush) han sido hombres de gran integridad personal independientemente de lo opuestos que hayan podido ser sus respectivos valores. Aunque estos líderes hayan tomado prestadas determinadas tácticas unos de otros, siempre se han cuidado de que los valores por los que abogaban fueran claramente discernibles de los de su respectivo predecesor.
Carter y Reagan han sido presidentes especialmente apreciados por su integridad. Los dos han sabido llegar a su propia definición del éxito, reinventada a lo largo de las dos décadas de sus respectivas carreras políticas, pero cuyos valores esenciales no han cambiado. Aunque sus habilidades fueron objeto tanto de admiración como de burla, Reagan consiguió destacarse en el cine, y aún más en la política, principalmente gracias a su integridad respecto a los valores que representaba. Cuando Carter perdió las elecciones que ganó Reagan, sufrió una profunda depresión de la cual logró salir principalmente por su fidelidad a sus convencimientos más profundos. Según sus palabras, “debemos estar preparados para fracasos o decepciones e intentar superarlos con nuestra fidelidad a los valores inmutables que profesamos”. Cuando dejó la presidencia, Carter se volcó en la lucha por la justicia, la democracia, la salud y la vivienda en diferentes países, algo que no pudo hacer mientras ostentaba el cargo presidencial, y el mérito de su labor fue reconocido con la concesión del premio Nobel de la Paz. Fiel a sus valores, Carter consiguió reinventarse a sí mismo y ofrecer un ejemplo de lo que puede llegar a ser un ex-presidente norteamericano.
Adrián Pérez Rincón
Buen libro
Luis Alejandro Agudelo
Las 3 grandes para el éxito duradero, el sentido, los pensamientos y la acción. Muy buen libro !
Jonathan Moreno Collado
Muy buen libro, he necesitado leerlo dos veces para profundizar.
Lucas Moran
Muy bueno, el éxito duradero está en las relaciones con las personas.
Alejandro Alvarez
"Nuestro éxito también depende de la continuidad en las relaciones con otros ganadores " ¡Un saludo amigos !
Grandes pensamientos en el libro
Mateo Gutierrez
Nada nuevo
d y
Interesante