El talento está sobrevalorado

Resumen del libro

El talento está sobrevalorado

Por: Geoff Colvin

Por qué el trabajo duro y constante es mejor predictor del éxito que el talento innato
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Introducción

El misterio del rendimiento extraordinario. Si nos preguntamos lo bien que hacen nuestros familiares, amigos o compañeros de trabajo lo que hacen, la respuesta más probable será que lo hacen de modo correcto. En el trabajo no los despiden e incluso es probable que los asciendan varias veces. Practican deportes o se dedican a otros intereses lo bastante bien como para disfrutar con ello. Sin embargo, solo podemos decir de unas pocas personas de nuestro entorno que son realmente extraordinarias en lo que hacen y que han alcanzado la excelencia.  
¿Por qué no todo el mundo puede hacerlo como ellos? ¿Por qué no llevamos negocios como Jack Welch, jugamos al golf como Tiger Woods o tocamos el violín como Itzhak Perlman? ¿Por qué ser personas inteligentes y laboriosas, y trabajar con diligencia, no resulta suficiente para convertirnos en personas con un rendimiento excelente? La verdad lisa y llana es que la mayoría de nosotros no hemos alcanzado la grandeza ni tan siquiera nos hemos acercado a ella, y que únicamente unos poquísimos lo consiguen.
Se trata de un misterio tan común y corriente, que prácticamente no le prestamos atención, pero tiene una importancia vital para el éxito o fracaso de nuestras empresas, de las causas en las que creemos y de nuestras propias vidas. La mayoría de nosotros quedaríamos absolutamente atónitos si sumáramos todas las horas que hemos dedicado al trabajo a lo largo de nuestra vida, pero, a pesar de ello, no hemos alcanzado ningún tipo de excelencia; simplemente hacemos las cosas de una manera correcta.
De hecho, la realidad es aún más desconcertante. Muchos estudios en una gran variedad de campos demuestran que mucha gente no solo no consigue ser extraordinariamente buena en lo que hace, por muchos años que lleve haciéndolo, sino que además no mejora en absoluto en comparación con el momento en el que empezó a hacerlo.
Científicos de todo el mundo, que se han dedicado a analizar el rendimiento más extraordinario en todo tipo de campos de actividad, incluyendo la gestión, el ajedrez, la natación, la cirugía, las ventas y muchos otros, han llegado a algunas grandes conclusiones que entran en clara contradicción con lo que la mayoría de nosotros pensamos sobre el rendimiento extraordinario. En concreto:
  • Los dones que poseen las personas con un rendimiento extraordinario no son en absoluto lo que creemos que son. No son suficientes para explicar los logros de estas personas, e incluso podría ponerse en duda si estos dones existen en realidad. Nadie nace para ninguna actividad concreta.
  • Las capacidades generales que normalmente creemos que caracterizan a los grandes tampoco son lo que pensamos. Asumimos que, en muchos ámbitos, detrás de un rendimiento destacado se encuentra obligatoriamente una gran inteligencia o memoria. Pero, en algunos casos esto es cierto y en otros no. Por ejemplo, algunas personas que han llegado a ser maestros internacionales de ajedrez tuvieron un coeficiente de inteligencia inferior a la media.
  • El factor que sí parece explicar el rendimiento extraordinario es algo que los investigadores conocen como “práctica deliberada”. Saber exactamente qué es y qué no es el rendimiento extraordinario resulta sumamente importante. Muchas personas trabajan duro durante décadas, pero ni tan siquiera se han acercado a la grandeza. La práctica deliberada tampoco es lo mismo que practicar golf u oboe o cualquiera de nuestros intereses. La práctica deliberada resulta dura. Duele. Pero funciona. Mayor cantidad equivale a mejor rendimiento. Una cantidad enorme equivale a un rendimiento extraordinario.
En el mundo de los negocios, los estándares de rendimiento continuarán creciendo con más fuerza y empuje que lo que lo han hecho en el pasado, por lo cual el valor del rendimiento extraordinario será cada vez mayor. No serán solo las empresas las que deberán ir mejorando continuamente su rendimiento más de lo que lo han hecho hasta ahora. Cada uno de nosotros, de manera individual, también tendremos que hacerlo. La presión a la que nos vemos sometidos es superior a causa de un cambio histórico en la economía: la abundancia del capital financiero y la escasez de la capacidad humana.
El primer paso para entender los nuevos hallazgos sobre el rendimiento extraordinario es utilizarlos para ayudarnos a identificar lo que sabemos con certeza que no lo es.

El talento está sobrevalorado

Si resulta que todos estamos equivocados en lo que se refiere al talento, entonces tenemos un gran problema. Si creemos que las personas sin un talento natural especial para alguna actividad no serán nunca muy buenas para realizarla, entonces las estaremos apartando de esa actividad, estaremos alejando a nuestros hijos de algunos estudios concretos, ya sean de arte, tenis, economía o chino, solo porque creemos haber detectado indicios de que no tienen talento para ello. Nuestra opinión sobre el talento, que tenemos profundamente arraigada, resulta de suma importancia para el futuro de nuestras vidas, las vidas de nuestros hijos, nuestras empresas y las personas que trabajan en ellas.
Todos estamos seguros de que el talento existe, pero pocos han meditado sobre lo que realmente es. Esta noción simplemente forma parte de nuestra concepción del mundo y vale la pena que nos preguntemos por qué.
Varios investigadores sostienen actualmente que la genialidad o el talento no significan lo que creemos, si es que en realidad significan algo. Algunos incluso afirman que no existe ninguna prueba que demuestre la existencia del talento.
En muchos estudios realizados sobre personas superdotadas, todos los sujetos parecían “tener mucho talento”, pero, una y otra vez, los investigadores han encontrado muy pocos indicios de rendimiento precoz antes de que estas personas iniciaran una formación intensiva. Tales hallazgos no demuestran que el talento no exista, pero sí sugieren que, en el caso de que exista, es posible que sea irrelevante.
Podríamos suponer que en esta época de investigación genómica, puesto que el talento es por definición algo innato, debería haber algún gen o varios genes responsables de tenerlo. Pero el problema está en que los científicos aún no han conseguido descifrar cuál es el papel de cada uno de los más de 20 mil genes. Y todavía no se ha encontrado ninguno en concreto que identifique a los talentos especiales. Por el contrario, cientos de estudios realizados a lo largo de varias décadas sugieren de forma muy convincente que las diferencias genéticas que determinan los niveles más elevados de rendimiento simplemente no existen.
¿Y Mozart? El argumento contrario al talento puede parecer razonable, pero ¿cómo explicamos los logros asombrosos e inmortales de personas como Mozart, si no es como un misterioso don divino? 
En efecto, Mozart es el ejemplo máximo de la teoría de la chispa divina de la grandeza. Componía música a los cinco años, daba conciertos en público como pianista y violinista a los ocho, y creó centenares de obras, entre las cuales se encuentran algunas de las consideradas por la mayoría como eternamente grandes y tesoros de la cultura occidental. Sin embargo, vale la pena examinar los hechos de una manera más atenta. Desde una edad muy temprana, Wolfgang empezó a recibir una instrucción muy intensa por parte de un profesor experto, su propio padre. Las primeras composiciones del joven Mozart no son nada originales, sino que son, en realidad, arreglos de obras de otros compositores. Ninguna de estas obras se considera hoy en día, ni mucho menos, como una gran pieza musical.
El método de composición de Mozart no era la maravilla que se creyó durante mucho tiempo. Los manuscritos que han llegado hasta nuestros días demuestran que el compositor estaba constantemente revisando, reelaborando, borrando y reescribiendo secciones enteras, anotando fragmentos y dejándolos en la reserva durante meses e, incluso, años. Aunque todo ello no quita mérito a los magníficos resultados que obtuvo, su manera de escribir música era la normal de todos los seres humanos.
Se valore como se valore la manera de producir la música de Mozart, el crítico musical Alex Ross resume una buena parte de los estudios recientes sobre el genio de Salzburgo: “Los padres ambiciosos que muestran actualmente a sus hijos el vídeo de ‘El pequeño Mozart’ pueden quedar muy decepcionados al ver que Mozart se convirtió en Mozart trabajando muy duro”.
En busca del talento para los negocios. Si el concepto de un talento específico ya resulta problemático en los campos de la música y el deporte, aún lo es más en la esfera de los negocios. La abrumadora impresión que se tiene a partir del examen de las primeras etapas de la vida de los grandes de los negocios es que no parecían tener ningún don identificable ni mostrar ningún indicio de lo que iban a llegar a ser.  
Por hablar solo de unos pocos de los ejemplos más destacados, David Ogilvy, considerado por muchos como el mayor ejecutivo del siglo XX en el mundo de la publicidad, fue expulsado de Oxford, trabajó en la cocina de un hotel de París, vendió cocinas en Escocia y fue granjero en Pennsylvania, entre muchas otras ocupaciones aparentemente caprichosas que consumieron los primeros 17 años de su carrera profesional. Predecir que iba a dejar huella como leyenda de la publicidad habría sido muy difícil, sobre todo teniendo en cuenta que presentaba muy pocos indicios de que fuera a dejar huella en nada en absoluto.
Jack Welch, nombrado por Fortune como el gerente más importante del siglo XX, no mostraba ninguna inclinación particular para los negocios ni tan siquiera a los 20 años cumplidos. Creció como un chico con un buen rendimiento escolar y unas buenas notas, pero nadie lo consideraba brillante. No se especializó en empresariales ni en economía, sino en ingeniería química. Cuando estaba a punto de entrar en el mundo real, a los 25 años, aún no estaba seguro del rumbo que iba a tomar y realizó entrevistas para entrar a trabajar en las universidades de Syracuse y West Virginia. Finalmente, aceptó una oferta para trabajar en una operación de desarrollo químico en General Electric.
Al estudiar el mundo de los titanes de los negocios, en muchos casos ni tan siquiera puede apreciarse ni la más mínima inclinación hacia los campos o rasgos que un día iban a llevarlos a la fama y a la riqueza. Ahora bien, aunque el papel central del talento sea muy débil, podemos seguir creyendo que los grandes logros exigen unas capacidades generales excepcionales e innatas. Normalmente asumimos que no es posible alcanzar la cima en ningún campo sin un coeficiente de inteligencia muy alto o una memoria de talla XXL. Pero esta creencia, por muy arraigada que pueda estar, no es menos cuestionable.

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Biografía del autor

Geoff Colvin

Geoff Colvin es editor y columnista de la revista Fortune y uno de los más respetados periodistas económicos de Estados Unidos. Conferenciante habitual y moderador del Fortune Business Global Forum, Colvin es una presencia habitual de los medios norteamericanos. Es licenciado en Economía por Harvard y MBA por la New York University's Stern School of Business.

Ficha técnica

Editorial: Gestión 2000

ISBN: 9788498750331

Temáticas: Habilidades directivas

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Sin duda será un libro al que recurriré una y otra vez