El siglo chino

Resumen del libro

El siglo chino

Por: Oded Shenkar

Un recorrido por el pasado y presente de un país llamado a convertirse en potencia mundial
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Introducción

 

Sabemos que la realidad se presenta ante nosotros de forma poliédrica, o lo que es lo mismo, ofrece muchas caras. El caso del ascenso de China a potencia económica y política debe observarse desde múltiples perspectivas para así poder valorarlo con mayor objetividad. China es ya la segunda economía mundial y, de seguir creciendo al ritmo actual, dentro de veinte años logrará sobrepasar a EE.UU. De hecho, en muchos sectores, especialmente los que son intensivos en mano de obra, China es ya el actor global dominante. Es previsible que en el futuro no sólo retenga esa capacidad, sino que también añada sectores de tecnología media para posteriormente ascender hasta lo más alto introduciéndose en áreas en las que prima el conocimiento, que son las que tomarán las riendas de la economía mundial.
El ascenso de China como potencia económica es imparable. Solo nos resta adaptarnos o ser absorbidos por la vorágine que se avecina. En El siglo chino, Oded Shenkar explica cómo funciona la maquinaria china y cómo el ascenso del gigante asiático va a afectar a los gobiernos, empresas, consumidores y empleados de otros países, en especial a los de Estados Unidos. La obra tiene por finalidad analizar el impacto de China en empresas, empleados y consumidores del mundo por una parte y, por la otra, evaluar las alternativas con que cuentan las empresas e individuos para seguir siendo competitivos en el nuevo entorno.

 

La aurora del siglo chino

A pesar de las muchas analogías que se han realizado, el ascenso de China guarda más relación con el ascenso, un siglo antes, de EE.UU. que con el ascenso de Japón y los cuatro tigres (Corea del Sur, Singapur, Taiwán y Hong Kong). Asistimos al crecimiento de una futura potencia mundial, que goza de incomparables recursos, cuyas aspiraciones son elevadas y que además cuenta con una firme postura negociadora y con el apoyo financiero y técnico de una diáspora de ciudadanos experimentados en el mundo de los negocios. Sin duda el impacto de China será tan grandioso que se dejará sentir tanto en los países desarrollados como en los países en vías de desarrollo. Unos y otros necesitan desarrollar estrategias y buscar respuestas para hacer frente al reto que se les presenta.
China logrará ascender gracias a sus recursos humanos y a sus capacidades. En primer lugar, la población china asciende según las cifras oficiales a 1.300 millones de personas, aunque se estima que podría sobrepasar los 1.600 millones. En otras palabras, una reserva casi infinita de trabajadores y no sólo de mano de obra no especializada, sino también una cantidad cada vez mayor de ingenieros, científicos y técnicos especializados que, a medida que el sistema educativo se moderniza y las instituciones de educación abren sus puertas a la influencia exterior, están cada vez más a la par con los expertos de otras naciones. En este aspecto, China cuenta además con la aportación que realizarán, cuando regresen, los estudiantes chinos que hoy se forman en el extranjero (por ejemplo, en EE.UU. constituyen el contingente más numeroso). De hecho, el gobierno chino ya ha comenzado a poner en marcha programas para facilitar el regreso de los más brillantes.
Otras fuentes de conocimiento tecnológico, científico y de dirección de empresas son las economías de Taiwán y Hong Kong por un lado, y por otro, la transferencia de tecnología de los centros de I+D montados por empresas extranjeras en territorio chino animadas por los incentivos concedidos por el gobierno chino, que con ello pretende que en el futuro se creen multinacionales chinas de la talla de Toyota, Sony y Samsung. Es igualmente cierto que China sufre también ciertas debilidades que necesita superar, como la falta de un sector servicios desarrollado, un sector bancario desastroso y una capacidad limitada para generar innovación tecnológica.
Fue en el siglo XIX cuando las potencias occidentales obligaron a una débil China a firmar una serie de tratados de comercio desiguales. Mientras que a Occidente le interesaban el té y la seda chinos, los países occidentales poseían pocos productos que a China le pudiesen convenir. Un siglo después, lo único que ha cambiado son los productos que llegan a los puertos europeos y estadounidenses, ya que pocos siguen siendo los productos que suscitan el interés chino. Ello explica el déficit comercial estadounidense con China: en 2003, las cuatro categorías en que más productos importó estaban relacionadas con la tecnología.
El déficit comercial estadounidense con China es el mayor y el de más rápido crecimiento, pero también el que más afectado se ve por el régimen de protección intelectual que China ignora sistemáticamente. La razón de existir de ese déficit es que ambos países se encuentran en puntos diferentes de la curva de desarrollo, según la cual, a medida que se van desarrollando, los países pasan de la agricultura a la industria y de la industria a los servicios. De ello podría concluirse que la separación entre China y EE.UU. disminuirá en la medida en que China progrese. Sin embargo, este argumento resulta vulnerable ya que la gama de productos en que ambos compiten es grande y sigue creciendo. Además, China pretende retener los sectores intensivos en mano de obra al tiempo que avanza a otros más sofisticados. Por otro lado, cabe destacar que más de la mitad de las exportaciones de China las realizan multinacionales extranjeras, es decir, “Foreign Invested Enterprises” que son subsidiarias de empresas estadounidenses o han forjado con ellas “joint ventures” o empresas de riesgo compartido, ya que a EE.UU. le resulta relativamente fácil desmontar fábricas y trasladar la producción a China.
Otra de las causas del desequilibrio comercial entre China y EE.UU. es la moneda china, el Renminbi o moneda del pueblo, más conocida como Yuan, que según la mayoría de los economistas está infravalorada, lo cual favorece las exportaciones. Dado que el dólar ha visto disminuido su valor respecto al euro y al yen, el gobierno estadounidense está presionando para que el yuan se revalúe y los productos chinos se encarezcan en EE.UU., con el fin de que la competencia con los productos estadounidenses sea menos desigual. Entre las opciones monetarias que se presentan ante el gobierno chino se encuentran la de dejar que la moneda fluctúe libremente y la de establecer una franja de cambio más alta, pero hasta el momento China se ha resistido aduciendo que es una injerencia en sus asuntos internos. En 2002 la UE tenía un déficit comercial con China de 45.000 millones de dólares; sin embargo, las importaciones tan sólo representaban un 1,8% de las importaciones totales, lo cual equivalía a la mitad de lo que importaba de Japón. Mientras Europa siga controlando sectores estratégicos como el automovilístico, China no será una amenaza; pero el día en que las exportaciones aumenten, las tornas cambiarán. Por su parte, las preocupaciones de Japón son ante todo geopolíticas, ya que el país isla resulta bastante vulnerable al ascenso de China. Las exportaciones de Japón a China representan aproximadamente la mitad de sus importaciones, muchas de las cuales las realizan empresas japonesas. En cuanto a los países en desarrollo, tienen en China a un duro competidor dados sus bajos costes laborales, modernas infraestructuras y las economías de escala que genera la concentración industrial; argumentos tan poderosos que incluso hacen palidecer las ventajas de México para alcanzar al mercado estadounidense gracias a su proximidad y al NAFTA.
China fabrica siete de cada diez juguetes vendidos en el mundo. Hasbro y Mattel ya han trasladado su producción a China, manteniendo en EE.UU. el diseño, el desarrollo de nuevos productos y el marketing. Para la fabricación de juguetes se utiliza una tecnología más bien rudimentaria que, al igual que en el sector textil, no tiene ni valor estratégico ni implicaciones para la seguridad nacional. Pero China ya no se limita a la fabricación de juguetes. También fabrica a gran escala líneas de productos que, como los utensilios domésticos, por ejemplo, aún no desempeñan un papel importante ni en Europa ni en EE.UU. La próxima fase consistirá en la subcontrata con empresas extranjeras manteniendo supervisión, branding y marketing en el país de origen. En el estadio siguiente surgirá un nuevo individuo, el del fabricante chino que exporta bajo su propia marca. Este proceso se verá favorecido por los avances en las cadenas de distribución global, que reducen los costes de importación de productos terminados y de componentes al transportar mercancías a la ida y a la vuelta sin realizar viajes de vacío.
Aunque China depende en menor medida que países como Malasia o Bélgica de las exportaciones, necesita que continúen aumentando no sólo con el fin de poder sufragar las importaciones de bienes capitales y materias primas, sino también como garantía de estabilidad política y social, pues China es una bomba de relojería que el desempleo podría accionar. De hecho, a lo largo de toda la historia de este país los campesinos desocupados han sido una fuente de alzamientos y revueltas.
En el resto del mundo, los sectores en que predomina la mano de obra serán los más afectados en primer término, ya que resulta imposible competir con salarios chinos de poco más de 50 centavos de dólar por hora, complementados por una productividad mayor y mejores infraestructuras. Además, en cuanto las cuotas y aranceles desaparezcan, la competencia no hará más que endurecerse. Pero a medida que el país avance tecnológicamente, los empleos que se verán afectados serán otros mejor pagados y en los que el conocimiento primará sobre la intensidad de la mano de obra: en la industria serán los puestos de base (desde la contabilidad a la atención al público) y en el sector servicios los relacionados con los seguros y la banca.
Decíamos al comienzo que la realidad es poliédrica y la otra cara de la moneda es que, en contrapartida, los mercados occidentales se están convirtiendo en un paraíso para los consumidores, que han asistido a un descenso sin precedentes de los precios. En EE.UU., la proliferación de productos chinos está íntimamente ligada al ascenso de cadenas como Wal-Mart, cuya estrategia de “precios bajos todos los días” no sería posible sin China. No debe menospreciarse el poder de los consumidores estadounidenses, que ante la pérdida de empleos en EE.UU. podrían comenzar a realizar compras emocionales y, al igual que ya sucedió en otras ocasiones, empezarían a decantarse por los productos estadounidenses (“Buy American”). En todo caso, el ascenso de China repercutirá no sólo en el consumidor, sino también en el panorama social y político, poniendo a los políticos contra las cuerdas y obligándoles a actuar.

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Biografía del autor

Oded Shenkar

Oded Shenkar ha dedicado más de treinta años al estudio de China, y fruto de esta aplicación son numerosos artículos y libros publicados sobre este país. En la actualidad ocupa la cátedra de la Ford Motor Company en Administración de Empresas Globales y es profesor de dirección y recursos humanos en el Fisher College of Business de la Ohio State University. Realiza labores de consultoría tanto para multinacionales como para empresas de nueva creación de EE.UU., la UE, China, Japón y Corea del Sur, entre otros. Ha colaborado además no sólo con los gobiernos de varios estados y países, sino también con organizaciones internacionales.

Ficha técnica

Editorial: Wharton School Publishing

ISBN: 9780131877313

Temáticas: Innovación

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Comentarios

Interesante libro para conocer un poco sobre China, sobre todo desde una perspectiva histórica, hay que tener en cuenta que el libro se escribe en 2005. También está exponiendo muchos puntos de vista interesantes que pueden llegar a cumplirse. Muy bueno el resumen ! gracias

Buen libro para conocer la economía china y cómo influye al resto del mundo