El año 2002 fue para McDonald’s uno de los más desafortunados de su historia, con unas pérdidas de 343,8 millones de dólares. Su producto estrella de los últimos 25 años, el “Happy Meal”, llevaba estancado tres años; la campaña publicitaria “Nos gusta verte sonreír” no había cosechado el éxito esperado y la venta de los nuevos productos como “McEnsaladas para agitar” obtuvo una acogida aún más fría de los consumidores, hasta que se pensó en retirarla del menú.
La nueva directora de marketing, Kay Napier, se percató enseguida de dónde anidaba el problema: la compañía había dejado de ser relevante para las mujeres. La idea que la empresa se había forjado de ellas era la de unas madres que llevaban el producto hasta sus hijos, mientras que el principal consumidor seguía siendo el hombre. Las mujeres, sin embargo, habían cambiado: ahora eran más exigentes respecto a su dieta y la de sus hijos. La industria de la comida orgánica había experimentado un crecimiento espectacular desde sus principios en los años 80 hasta el presente, precisamente porque las mujeres demandaban una comida mejor y más sana. Como respuesta a ello, McDonald’s obligó a sus proveedores a dejar de utilizar antibióticos y hormonas de crecimiento en los productos cárnicos.
Sin embargo, este paso no supuso un verdadero cambio de actitud hacia los consumidores de sexo femenino, hasta que la crisis de 2002 hizo que el equipo de marketing de la compañía, ahora directamente responsable de los cambios en el menú, decidiera mejorar la nueva gama de ensaladas “Gourmet”, que ya había sido lanzada. Se trataba de una mezcla de más de 16 tipos diferentes de lechuga, muchos de los cuales las mujeres no se podían permitir. El producto se introdujo según las sugerencias de los nuevos grupos de prueba, conscientemente integrados sólo por mujeres.
En 2003 el producto estaba listo para su presentación en el mercado y sólo restaba diseñar una campaña publicitaria adecuada a sus características y pretensiones. De ahí que el equipo de publicidad optara por no centrarse en un único medio de comunicación (la televisión, como ha sido tradicionalmente el caso), sino por hacer publicidad en las revistas femeninas. Este medio era el preferido de las mujeres y resultó ser clave para llegar a ellas. Dependiendo de la orientación de la revista se elegía el mensaje publicitario; así, por ejemplo, en la revista Shape, dirigida a mujeres solteras, universitarias y muy concienciadas sobre su salud, McDonald’s anunciaba su ensalada más baja en calorías, la “César”.
Esta estrategia dio sus frutos: en el año 2004, McDonald’s vendía más ensaladas que cualquier otro establecimiento de Estados Unidos. Sin embargo, aunque muchas compañías hubieran quedado satisfechas con los resultados conseguidos, McDonald’s no se conformó. El siguiente reto consistía en restaurar la negativa imagen que muchas mujeres y, en general, una gran parte de la población, tenían aún de McDonald’s como principal causante del problema de la obesidad en el país. Dado que el producto básico de la compañía, la hamburguesa con patatas fritas, es el que es, el equipo de marketing pensó al menos en ofrecer al cliente algunos consejos sobre el control de peso y una información nutricional transparente, de modo que así pudiera tomar una decisión informada.
En esta línea y, tras el éxito de las ensaladas entre el público femenino, se decidió lanzar una nueva promoción también orientada a él. Consistía en ofrecer un obsequio por la compra de un menú, estrategia que ya aplicaban con éxito las compañías de cosmética. Así se lanzó al mercado el menú “activo” de McDonald’s, que contenía una ensalada, una botella de agua y, como regalo, un podómetro. Este iba acompañado de un folleto, redactado por el famoso nutricionista Bob Greene, donde se detallaban los pasos básicos hacia un estilo de vida más sano y equilibrado. El éxito de la promoción, aunque principalmente orientada hacia las mujeres, consiguió modificar la percepción que los clientes en general tenían de McDonald’s sin que la compañía tuviera que introducir cambios radicales en sus menús. El folleto y el podómetro eran un valor añadido para muchos clientes porque proporcionaban una información no tan fácil de encontrar.
Otras medidas de marketing orientado específicamente hacia las mujeres incluían los manteles para bandejas con información nutricional, el despliegue de ésta también en Internet y la renovación del interior de los restaurantes. El acceso a los datos nutricionales en Internet fue una de las medidas más señaladas, dado que las mujeres constituían más del 60% de los usuarios totales de Internet. Así, en la página web de McDonald’s resultaba posible consultar las calorías que contenía el tradicional menú “BigMac” y conocer cómo integrarlo en un plan de alimentación equilibrado. La personalización por Internet permitía ajustar los menús según las necesidades en calorías de cada uno y compararlos entre sí sin tener que renunciar por completo a la hamburguesa. Por su parte, la nueva decoración tuvo como objetivo ofrecer mayor comodidad a los padres en los espacios de juego para los niños, sustituyendo las anteriores sillas de plástico rígido por sofás o sillas más confortables e instalando además el acceso inalámbrico a Internet.
De esta manera, McDonald’s consiguió doblar el precio de sus acciones en un año (2003-2004). La crisis quedó atrás gracias a que la empresa dejó de considerar a las mujeres como un segmento minoritario del mercado y las empezó a tener en cuenta como uno de sus principales consumidores.