El Motivo

Introducción

¿Alguna vez has escuchado, ya sea en una ceremonia de graduación o en un discurso motivacional, que el orador invita a las personas en el auditorio a “convertirse en líderes”?

Cuando yo lo escucho, solo quiero pararme y gritar: “¡No, no seas un líder, a menos que lo hagas por las razones correctas!”.

Y es que a lo largo de mi vida de estudiante, la gente nos exhortaba a mí y a mis compañeros a ser líderes. Yo acepté el reto. Empecé a buscar oportunidades para liderar personas y organizaciones desde el momento en que pude ser capitán de un equipo deportivo o líder del consejo estudiantil.

Pero, como mucha gente, nunca me detuve a considerar la razón: el porqué de ser un líder.

Por ejemplo, es bastante común que el motivo principal para ser líderes de la mayoría de las personas sean las recompensas que el puesto de liderazgo trae consigo. Hablo de cosas como notoriedad, estatus y poder.

Sin embargo, las personas que están motivadas por estas cosas nunca aceptarán las demandas y sacrificios que los líderes deben hacer, porque el líder, lejos de tener que esperar lo que va a recibir, debe de comprender qué va a dar a las personas que debe liderar.

Esta distinción es justa la razón por la que existe El Motivo. Por lo tanto, a lo largo de este viaje te ayudaré a comprender cuál es el motivo por el que quieres liderar para que puedas asumir de forma plena la difícil y crítica decisión de liderar una organización.

O quizá te ayude a llegar a la conclusión de que tal vez no quieras ser un líder y te permita encontrar un mejor uso de tus talentos e intereses.

¿Listo para descubrir “el motivo”? Lo haremos a través de la historia de una de las figuras de liderazgo más importantes en la historia de las organizaciones: el CEO.

Vamos a por ello.

Una difícil situación

Shay Davis era el nuevo CEO de Golden Gate Security, una de las firmas de manejo de capital privado más agresivas de la costa este de la bahía de San Francisco. Llevaba en el puesto tan solo 6 meses y no estaba teniendo un mal desempeño como líder de la organización, sin embargo, temía que lo despidieran.

Los márgenes de la empresa eran buenos y crecían, lentamente, pero lo hacían. El problema era que sus cifras palidecían frente la All-American Alarm, la compañía nacional más masiva y agresiva en el mercado de la seguridad para hogares y empresas.

Shay sabía que tenía que hacer algo para mejorar los números de la compañía, pero no sabía cómo. Su frustración crecía cada día más. Luego de haber subido lentamente la escalera corporativa durante más de 20 años, no iba a tirar todo por la borda.

Así que, cierto día, decidió tirar su orgullo por la ventana y hacer una difícil llamada telefónica.

Llamó a una pequeña empresa de consultoría llamada Lighthouse Partners, cuya reputación era increíble debido a su cartera de clientes. Uno de ellos era Del Mar Alarm, una compañía en San Diego que dominaba el mercado en California, y que además, era un dolor de espalda para Shay.

La razón era el director general de Del Mar, Liam Alcott, quien era reconocido por haber hecho crecer a la empresa y volverla increíblemente rentable.

Por lo tanto, cuando se puso en contacto con la consultora Lighthouse que trabajaba con Del Mar, esta le explicó que tendría que consultar con su cliente para ver si le parecía correcto que trabajara con otra empresa del sector.

Shay pensó que jamás le regresaría la llamada. Sobre todo porque creía que Liam Alcott no accedería a que la consultora trabajara para Golden Gate Security.

¿La razón? Según Shay, Alcott era un falso. Creía que su amabilidad era solo una máscara que encubría una personalidad prepotente y desagradable.

Así que cuando Rita, su asistente, le comunicó que Liam lo llamaba por la línea uno, se sorprendió. Pensó que era una uno de sus ejecutivos haciéndole una broma, pero no podía negar que se estaba sintiendo nervioso.

Y respirando profundamente, tomó fuerzas y dijo por el teléfono: - Habla Shay.

- Hola, Shay. Soy Liam Alcott – escuchó por la línea.

Y no. Esta vez no era una broma.