Introducción
Es una opinión muy extendida que los animales se guían “por el instinto” y que, por el contrario, los seres humanos se guían “por la razón”, algo que supuestamente nos convierte en criaturas más “evolucionadas”. Hendrie Weisinger, sin embargo, revela que lo inverso es cierto, y ese descubrimiento conforma la base sobre la que se asientan los tres destacados hallazgos que presenta en su libro “El genio del instinto”.
El primero de esos hallazgos señala que el comportamiento humano es más inteligente que el animal porque contamos con más instintos -y no menos-. Con ellos, ya disponemos de todo lo que necesitamos para mejorar nuestras vidas, es decir, estamos “programados” para triunfar.
El segundo descubrimiento indica que el hombre ha perdido el contacto con sus instintos y que, en la mayoría de los casos, actúa en contra de aquello a lo que le impulsarían.
El tercer y tal vez más importante hallazgo es que podemos mejorar todas las vertientes de nuestra vida -matrimonio, familia, trabajo, negocios- recuperando nuestros instintos y utilizándolos en nuestro beneficio.
La conclusión que se impone tras el material presentado en el libro es que las personas y organizaciones que más triunfan en el mundo son precisamente aquellas que más se apoyan en sus instintos.
La psicología evolutiva, una ciencia que cada vez cobra mayor relevancia y que está en la base de este libro, nos enseña que nuestra mente es un conjunto de mecanismos evolucionados o “instintos” diseñados para resolver los problemas que nos plantea la supervivencia. Generación tras generación, durante millones de años, la selección natural ha ido programando el cerebro humano y el de las demás especies para la supervivencia y la reproducción.
Las habilidades que perduraron a lo largo del tiempo se preservaron porque ayudaron al hombre primitivo -y lo siguen haciendo con el hombre actual- a solventar sus dificultades de adaptación: desde la búsqueda de una cueva donde vivir hasta una empresa seria en la que trabajar, desde la organización de una cacería hasta la de un equipo en el que trabajar conjuntamente con los demás miembros. Los que triunfaron porque fueron capaces de resolver los escollos que la adaptación plantea fortalecieron así su “nicho ecológico” y su lugar en el mundo.
El ser humano dispone de un gran número de instintos que le asisten para sobrevivir y desarrollarse. Recobrar conciencia de ellos y utilizarlos nos enseñará cómo aprovechar nuestro genio natural para triunfar y prosperar. Weisinger ha optado por centrarse en los seis instintos principales y explorarlos a fondo:
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La búsqueda de cobijo: nos ayuda a entrar en un entorno que nos proporciona autonomía.
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La búsqueda de ayuda: nos sirve para proteger nuestra vulnerabilidad.
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El ofrecimiento de ayuda: nos permite desarrollar a los demás.
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La belleza: nos hace capaces de atraer a los otros.
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La cooperación: nos facilita el estimular y desarrollar unas relaciones justas y productivas.
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La curiosidad: nos capacita para situarnos siempre por delante de los demás.
La naturaleza nos hace ver que estos seis procesos instintivos son nuestras herramientas evolucionadas, las que nos permiten mejorar continuamente nuestra salud, felicidad, nuestra creatividad, nuestra familia y nuestra sociedad. La prolongada existencia de estos instintos a lo largo de miles de años es la prueba definitiva de su eficacia.
Parte I: La búsqueda de cobijo
Las hembras murciélago se procuran siempre un nido que les proporciona un entorno seguro, les protege de los depredadores y de las condiciones climáticas adversas y favorece la creación de un microclima propicio para el nacimiento y crecimiento de las crías. No es, por tanto, inusual encontrar un nido de murciélagos en un edificio o iglesia abandonados: estos mamíferos han llegado hasta allí empujados por su instinto de búsqueda de cobijo; han encontrado un ambiente que se ajusta a sus necesidades y les permite perpetuarse como especie.
Tal y como han demostrado varios estudios, los murciélagos que habitan en edificios entran en estado de hibernación con menos frecuencia que los que viven en cuevas. Gracias a ello, los primeros mantienen su actividad durante un mayor número de días y disfrutan de más tiempo para desarrollar el feto.
Sus instintos de búsqueda de cobijo conducen a los murciélagos a elegir un nuevo hábitat que los protege de los depredadores, les ayuda a ahorrar energía, acelera la gestación y favorece un crecimiento más rápido de las crías. Con estos hábitos de los murciélagos, la naturaleza nos enseña que encontrar un entorno favorable resulta esencial para mejorar nuestras vidas.
La satisfacción frente al crecimiento. Muchas personas se declaran satisfechas con su trabajo o con sus relaciones. La satisfacción es una especie de adaptación. Su valor evolutivo reside en que sirve a los individuos para permanecer en un ambiente determinado y mantener sus amistades, familias y entorno. Las personas satisfechas permanecen en el “rol” que les ha tocado vivir, soportan el estrés que pueda provocarles y no suelen desear cambiarlo por otro distinto.
No hay nada censurable en sentirse satisfecho. La satisfacción es una sensación agradable, pero no nos permite crecer ni nos obliga a movernos: es más bien todo lo contrario. Esto es válido tanto para personas como para organizaciones. Son cientos los casos de empresas que, por sentirse satisfechas con su posición en determinado momento, han quedado a la cola de su sector o incluso han desaparecido.
Los instintos de búsqueda de cobijo existen para ayudarnos a encontrar un entorno que nos posibilite un crecimiento continuo, donde nuestro autodesarrollo sea una sensación tangible. En el mundo actual, esto significa vivir inmersos en un hábitat que continuamente promueva nuestro desarrollo.
La exploración del entorno. Una de las maneras de buscar un entorno de estas características es la exploración activa, que nos permite determinar si el nuevo ambiente tiene la capacidad de satisfacer nuestras necesidades básicas o no. Dicha exploración ha de tener en cuenta dos variables: el tiempo y los datos.
El tiempo es la variable inherente a la evolución: cualquier cambio necesita tiempo. El progreso de un estudiante o de un empleado requiere un lapso determinado que es difícil acortar. Una búsqueda de cobijo instintiva necesita, por tanto, tiempo suficiente para explorar un entorno y asegurarse de que la elección haya sido la acertada.
Analizar los datos sobre nuestro nuevo entorno es esencial para tomar la decisión acertada acerca de si debemos quedarnos o no en él. El hombre primitivo que “analizaba” los componentes de cada nuevo entorno que encontraba, para decidir si valía la pena quedarse o proseguir la búsqueda, era mejor explorador que aquel pariente suyo que enseguida se establecía en un lugar, atraído por sus vistas, pero que al final resultaba estar demasiado alejado del punto de intercambio de mercancías.
La búsqueda de cobijo en la actualidad. En nuestra vida cotidiana se dan muchas oportunidades para beneficiarnos del instinto de búsqueda de cobijo: la búsqueda de pareja, de empleo, de un entorno más autónomo, de la salida de una relación tormentosa, etc.
En lo que se refiere al trabajo, el instinto de búsqueda de cobijo nos aconseja explorar el medio en el que nos movemos para lograr una visión global de todas las fuerzas que puedan impactarnos. En lugar de someternos sólo a una entrevista, deberíamos también “entrevistar al trabajo” para obtener toda la información necesaria antes de tomar la decisión que mejor se ajuste a nuestros intereses.
Cierta aspirante a novelista estaba entusiasmada con la posibilidad de conseguir el cargo de editora adjunta en una revista técnica. Creía que aceptar el puesto le ayudaría a ampliar sus conocimientos del proceso creativo y de la escritura de ficción. Envió a la revista su expediente académico, recomendaciones, y muestras de sus trabajos de colaboración en el periódico universitario; finalmente, consiguió una entrevista por teléfono y la contrataron. Accedió al puesto con grandes expectativas sólo para descubrir, una semana después, que se aburría mortalmente. Sólo con que se hubiera tomado la molestia de informarse sobre el tipo de textos que tendría que editar, habría averiguado muy pronto que aquel trabajo no era el que ella necesitaba.
A la hora de aceptar un nuevo empleo conviene, por tanto, que conozcamos a las personas con las que vamos a trabajar y, en especial, a nuestros futuros superiores. Además es esencial asegurarse con total certeza de qué será lo que vamos a hacer: el lugar de trabajo, la naturaleza de las tareas, etc., para estar seguros de que nos proporcionarán la satisfacción emocional.