Los verdaderos avances tienen lugar en contadas ocasiones y son el resultado de descubrimientos científicos sobre algo que hasta ese momento se creía imposible. No obstante, son pocas las empresas que cultivan un interés activo en los avances, y éste suele aparecer sólo cuando esas empresas se enfrentan a una disminución de la demanda de sus productos en el mercado o a una merma de los beneficios.
Ello se debe a que el descenso en la demanda parece el destino de todas las tecnologías, y depende del lugar en el que se encuentren los productos de una empresa en la llamada “curva de adopción tecnológica”. Mediante esta variable se expresa el ciclo comercial aplicable a las altas tecnologías: todas ellas experimentan un proceso de comienzos frágiles, crecimiento rápido, estabilización y declive. Como ejemplo puede recordarse el negocio de las cintas de vídeo. Se trata de un producto inventado en los cincuenta, adaptado para el uso doméstico en los sesenta, consolidado en los ochenta y llamado a decaer en los noventa a consecuencia de la aparición de otras tecnologías, como la televisión por cable y más tarde los DVDs. En definitiva, el monopolio de una tecnología no puede durar indefinidamente, pero las consecuencias de su pérdida se pueden afrontar con éxito sólo si se invierte en la próxima generación de inventos.
Como se ha apuntado, las invenciones importantes no se deben tanto a investigadores individuales o grandes compañías, como a la capacidad de combinar ciencia, imaginación y negocio. En relación con este último aspecto, no puede ignorarse que, para que una investigación tenga como resultado una invención, se necesita un equipamiento caro, personal bien formado y un apoyo sostenido. Esta serie de condiciones se han dado hasta ahora básicamente en institutos de investigación corporativos. El conocimiento lo produce la investigación básica desarrollada en las universidades, pero son estos institutos el ámbito donde se crean las nuevas tecnologías y donde se realizan los verdaderos avances.
La innovación puede caracterizarse mediante un modelo de cinco fases delimitadas. La primera es “el préstamo”, en la que las empresas toman prestados el conocimiento y las prácticas de las universidades; la segunda es la fase de “la internalización”, en la que las empresas emplean a científicos e ingenieros de las universidades e invierten en la investigación, buscando así conseguir ventajas en el know how y en la propiedad intelectual para aquellos productos que pretenden desarrollar en el futuro; la tercera fase es “la institucionalización”, que se traduce en el establecimiento de un laboratorio propio en una industria. Sin embargo, conforme vaya avanzando esta, sus investigadores dependen cada vez menos de las fuentes exteriores del conocimiento: es la llamada “fase de especialización”. La última fase representa “la rutinización”, esto es, la dedicación de las empresas a mejorar sus productos actuales. Dado que los mercados de tecnologías en ocasiones se ven saturados, las empresas pueden verse abocadas a una fase de “renovación”, que consiste en repetir las fases anteriores reforzando sus investigaciones internas, o en buscar apoyo en las universidades u otras fuentes externas si quieren mantenerse y avanzar en el mercado.
El principal problema al que se puede enfrentar el proceso innovador, entendido como un proceso a largo plazo, es la falta de financiación como consecuencia del énfasis que las empresas, en general, ponen en los beneficios a corto plazo. En ese sentido, los años noventa contemplaron la caída de muchas instituciones dedicadas a la investigación y, además, gran parte de esta se redirigió al sector de las tecnologías de la información. Todo esto ha afectado a la ecología general de la investigación y los factores que antes habían contribuido a su éxito son más débiles. No obstante, es un hecho que la sociedad en que vivimos depende de los avances tecnológicos. Los nuevos desafíos, como el crecimiento de la población, la creciente escasez de recursos o la ecología amenazada, sólo podrán superarse con tecnologías y conocimientos cada vez más sofisticados.
Las instituciones responsables de los avances tecnológicos, ya sean gubernamentales, educativas o empresariales, pueden a veces convertirse en un obstáculo para ellos cuando se enfrentan a la optimización de sus actividades rutinarias, como pueden ser mejoras en sus productos o su posicionamiento en el mercado.
En otras ocasiones, las barreras a la investigación surgen cuando, por ejemplo, las corporaciones dejan de financiar una investigación encaminada a conseguir determinados avances tecnológicos porque no ven en ella un beneficio a corto plazo, o cuando, por el contrario, siguen financiando una investigación, pero no llegan finalmente a explotar la innovación derivada de la misma. Como decimos, estas barreras no aparecen únicamente en las corporaciones, sino también en las universidades y en las agencias estatales de investigación.
Por ello, para el siglo XXI se necesitarán nuevas estrategias capaces de crear nuevas tecnologías y avances. Sin embargo, a corto plazo, es posible aventurar que las principales características de la innovación se mantendrán similares a las actuales. Así, las universidades seguirán encargándose de la investigación básica gracias a las subvenciones de los gobiernos y de las empresas privadas. Por su parte, las agencias estatales intentarán mantener un equilibrio entre las necesidades sociales que compiten entre sí y tendrán que proporcionar una financiación estable para proyectos a largo plazo. Además, existirá una gran distancia entre lo que produce la investigación básica y lo que necesitan las empresas.
Para superar esos desajustes se necesitan los avances. El modelo dominante de la innovación se basa en dos enfoques: el primero es el de la “investigación básica”, que produce el conocimiento, seguido del de la “investigación aplicada”, que crea nuevas tecnologías y desarrolla el producto. La investigación básica es la búsqueda de soluciones que ya estaban presentes pero que aún no se habían descubierto. La investigación aplicada, por su parte, se basa en la solución de los problemas más acuciantes mediante conocimientos adquiridos.
Los avances, sin embargo, se producen bajo el prisma de un tercer enfoque, diferente de los dos anteriores y que combina las mejores características de ambos: es el llamado “enfoque radical”. Consiste en abordar un problema yendo hacia su raíz y guiándose por los obstáculos que dirigen la investigación. A cargo de la investigación se sitúa a un equipo multidisciplinar, el cual puede expandirse integrando nuevas disciplinas si fuera necesario. La importancia de la investigación radical se refleja en el hecho de que ésta puede conducir hacia resultados inesperados para problemas cuya solución no pertenece estrictamente a una disciplina; es entonces, precisamente, cuando el avance se produce.
La investigación radical se fundamenta sobre dos preguntas esenciales: “¿Qué se necesita?” y “¿Qué es posible?”. Los avances surgen de la dialéctica entre estas dos cuestiones. “Lo necesario” se refiere a los negocios y las necesidades sociales, mientras que “lo posible” pertenece al ámbito de la investigación, los descubrimientos y la invención. El desarrollo de productos, por ejemplo, es la respuesta a “lo necesario”, mientras que la investigación, que tiene por objeto el mero conocimiento o la satisfacción de la curiosidad, pretende buscar respuesta a “lo posible”. Las empresas se ocupan de lo primero, y los organismos estatales y las universidades de lo segundo. En medio de estos dos polos se encuentra la investigación corporativa, que los combina y que es la principal expresión de la “zona del avance”, cuya productividad depende tanto de la invención, que crea los prototipos, como de la innovación, que es la que lleva el prototipo hasta el producto o desarrolla un nuevo mercado.
A título de ejemplo, puede tomarse el caso de la invención de la primera impresora láser, patrocinada por Xerox PARC. Tuvo lugar bajo el proyecto EARS, constituido por un pequeño equipo de expertos altamente cualificado en sus respectivas disciplinas cuyo objetivo común era crear una impresora láser, una muestra de lo que es un avance radical. El método utilizado fue el de “seguimiento del problema hasta su raíz”, capaz de movilizar progresivamente múltiples disciplinas en un proyecto común, dependiendo de a dónde les conducía el problema. El grupo lo integraban tanto ingenieros como científicos. Los primeros aportaban una cultura centrada en los problemas y en donde la solución representa el valor principal. Los segundos, el análisis de los obstáculos, la creación del conocimiento y la inclusión de nuevas disciplinas según la necesidad. La combinación de estas dos culturas confiere el carácter “radical” a la investigación.
Para que este tipo de investigación mantenga su pulso en el futuro es necesario fomentar una cultura de la innovación capaz de crear soluciones a partir de las raíces de los problemas y mediante la colaboración interdisciplinaria. Sin embargo, es esta una cultura ausente en la mayoría de las empresas y centros de investigación, y desarrollarla requiere la flexibilidad de unos y de otros.
En la invención pueden distinguirse cuatro enfoques principales que a menudo se combinan entre sí. Son el enfoque teórico, el empírico, el metodológico y el enfoque basado en la necesidad. El teórico implica un modelo abstracto o teoría que lleva al pensamiento hacia la comprensión y la invención. El empírico, por su parte, detecta anomalías en los datos que nos proporciona la experiencia y revela posibilidades sorprendentes. El metodológico se basa en la utilización de instrumentos que posibilitan observaciones y descubrimientos anteriormente desconocidos. Por último, el enfoque basado en la necesidad identifica problemas y busca soluciones. Estos cuatro enfoques rigen la inspiración y el trabajo de los científicos e inventores. Pueden ser comparados con los colores de una paleta por las posibilidades de variación y combinación que ofrecen.
Como puede verse, existe una diferencia fundamental entre la invención y la innovación: mientras que la invención puede ser instantánea, la innovación es un proceso mucho más largo, que puede durar años y décadas. Para que una invención tenga éxito como innovación tiene que demostrar que funciona como solución para un problema concreto. Además, tiene que competir con otras, se necesita mucho tiempo de trabajo más habilidades y pruebas para perfeccionarla.
Cuando el éxito de un producto depende de más de una invención es preciso desarrollar un sistema completo de innovaciones; así sucedió con la invención de la luz eléctrica, que supuso el desarrollo de todo un sistema que iba desde las bombillas hasta los generadores eléctricos, pasando por los enchufes. De esta manera, la innovación trae la invención al mundo, desarrollándola hasta sus últimas consecuencias.