En Silicon Valley, una soleada tarde de domingo, dos padres orgullosos charlaban en la banda de un campo de fútbol. El más alto de los dos era Danny Shader, un emprendedor empedernido que había trabajado con Netscape, Motorola y Amazon. Le encantaba crear empresas y estaba en pleno lanzamiento de su cuarta iniciativa. Shader había conectado de inmediato con el otro padre, David Hornik, que se ganaba la vida invirtiendo en empresas.
Durante el descanso, Shader se volvió hacia Hornik y le dijo: “Tengo algo entre manos, ¿te gustaría que te hiciese una presentación?”. El interés era mutuo. Shader era un emprendedor de primer orden al que le había tocado el gordo no solo una vez, sino dos. En 1999, Amazon adquirió su primera empresa, Accept.com, por 175 millones de dólares. En 2007, Good Technology, la compañía que fundó después, fue adquirida por Motorola por 500 millones de dólares. Dado el historial de Shader, Hornik estaba impaciente por saber qué tenía ahora en mente.
Unos días después del partido, Shader acudió a la oficina de Hornik para presentarle su nueva idea. Prácticamente, una cuarta parte de los ciudadanos norteamericanos tiene problemas para realizar compras online por no disponer de cuenta bancaria o tarjeta de crédito, y Shader proponía una solución innovadora al problema. Hornik quería invertir en la compañía de Shader y comprendió que la mejor manera de conseguir la inversión era imponer una fecha límite para que este decidiera con qué inversor deseaba asociarse.
Pero Hornik no le impuso ninguna fecha. De hecho, podría casi decirse que invitó a Shader a vender su oferta a otros inversores. Hornik era de la creencia de que los emprendedores necesitan tiempo para valorar sus opciones, de manera que, por una cuestión de principios, se negó a presentarle una oferta explosiva. Unas semanas después, sonaba el teléfono de Hornik. Era Shader, que le llamaba para anunciarle su decisión. “Lo siento —dijo Shader—, pero voy a firmar por otro inversor”.
Fue precisamente el espíritu de generosidad de Hornik lo que desbarató su causa. Shader temía que Hornik dedicara más tiempo a animarlo que a desafiarlo. El otro inversor tenía reputación de ser un asesor brillante que cuestionaba y forzaba al máximo a los emprendedores. Cuando llamó a Hornik, Shader le explicó lo siguiente: “El corazón me decía que firmase contigo, pero la cabeza me dijo que lo hiciera con ellos. Decidí hacerle caso a la cabeza y no al corazón”.
Hornik se quedó destrozado y empezó a cuestionarse su propia postura: “¿Soy de verdad genial? De haber aplicado más presión para que me firmara los términos y condiciones, tal vez se habría quedado conmigo. Llevo una década construyéndome una reputación para que esto no pasara. ¿Por qué ha ocurrido entonces?”.
David Hornik aprendió la lección a las duras: los buenos chicos acaban últimos. ¿O no?
Según la sabiduría convencional, la gente de éxito tiene tres cosas en común: motivación, capacidad y oportunidad. La historia de Danny Shader y David Hornik saca a la luz un cuarto ingrediente: el éxito depende en gran parte de cómo abordemos nuestras interacciones con los demás. Como psicólogo de organizaciones y profesor de Wharton, he dedicado más de diez años de mi vida profesional al estudio de estas elecciones y he descubierto que son un factor de importancia trascendental en la consecución del éxito. Para ilustrar estas diferencias, presentaré a dos tipos de personas situadas en los extremos opuestos de la reciprocidad en el entorno laboral. Los denomino “receptores” y “donantes”.
Los receptores tienen un rasgo característico: les gusta obtener más de lo que reciben. Inclinan la reciprocidad a su favor y ponen sus intereses por delante de las necesidades de los demás. No son crueles ni despiadados; son simplemente cautos y poseen un gran instinto de autoprotección. De haber sido David Hornik más receptor, le habría puesto una fecha límite a Danny Shader y habría colocado su objetivo de hacerse con la inversión por delante del deseo de Shader de disponer de una agenda flexible.
Pero Hornik es lo contrario a un receptor: es un donante. En el entorno laboral, los donantes son una raza relativamente excepcional. Inclinan la reciprocidad hacia el otro lado de la balanza y prefieren dar antes que recibir. Resulta tentador reservar la etiqueta de donante a héroes legendarios como la madre Teresa de Calcuta o Mahatma Gandhi, pero ser un donante no exige actos de sacrificio extraordinarios. De hecho, la mayoría de las personas actúan como donantes dentro del marco de las relaciones más íntimas.
Sin embargo, en el entorno laboral, dar y recibir se vuelve más complicado. Profesionalmente no es habitual actuar como receptores o donantes puros, sino que solemos adoptar un tercer estilo: nos convertimos en “equilibradores” y nos esforzamos por preservar el balance entre dar y recibir. La casi totalidad de las personas desarrolla un estilo de reciprocidad primario que captura su forma de relacionarse con los demás en la mayoría de las ocasiones. Y este estilo primario puede tener un papel tan importante en la consecución del éxito como el que puedan desempeñar el trabajo duro, el talento y la suerte.
En el ámbito profesional, cada uno de los tres estilos de reciprocidad presenta sus propios beneficios y desventajas. Pero existe un estilo que resulta más caro que los otros dos. En un amplio abanico de destacadas profesiones, los donantes están en desventaja: benefician a los demás y sacrifican con ello su propio éxito. Y si los donantes son los que suelen quedarse en los peldaños inferiores de la escalera del éxito, ¿quién ocupa la cima? ¿Los receptores o los equilibradores? Ninguno de los dos. Los que peor rinden y los que mejor lo hacen son donantes. ¿Qué resultó ser David Hornik?
En este resumen quiero convencer de que infravaloramos el éxito de donantes como el propio Hornik. Estos donantes contradicen la tradición de que primero debemos alcanzar el éxito y que solo entonces podemos empezar a dar. Pero tampoco podemos olvidar a los donantes que acaban siendo felpudos, y mi objetivo es explorar lo que separa a los campeones de los bobalicones. La respuesta tiene menos que ver con el talento y la aptitud, y más con las estrategias utilizadas por los donantes. Además, cuando un donante alcanza el éxito se produce un fenómeno diferencial: el éxito se extiende y continúa.
Ares Mérida
Muy buen resumen que pone en valor la generosidad y cómo nos beneficia. Existen dos tipos de personas: receptores (que se prestan atención a sí mismos) y donantes (que se la prestan a los demás). El camino del donante puede ser complicado, ya que dar incondicionalmente podría perjudicar a aquel, convirtiéndose en el felpudo de personas receptoras. Ahí es cuando entra en juego el cambio de paradigma de los donantes, que son capaces de adaptarse y adoptar un estilo flexible ante según qué personas y qué circunstancias. Muy interesante lectura. Me ha gustado mucho 90/100
Armando Sánchez
Estoy muy emocionado, ya tenemos Audio; se que no tiene que ver con el libro pero debia expresar mi felicidad.
Manuel Torres Mendez
Cuando ayudamos a los demás estamos ayudándonos, creamos vínculos y generamos una reputación positiva. Pero debemos estar alerta, no nos conviene ayudar a todos, seamos donantes otristas.
NACHO MACHADO
La importancia de dar, sin hacer daño a nadie en el camino pero si ser un "tonto"!
Martin Estanislao Dasso
excelente, lectura obligada.