Cómo suprimir las preocupaciones
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Resumen del libro

Cómo suprimir las preocupaciones

Por: Dale Carnegie

Y disfrutar de la vida
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Introducción

Sesenta años después de su publicación original y tras haber vendido más de seis millones de ejemplares, este libro de Dale Carnegie sigue cumpliendo con su propósito original.

En lugar de ofrecer una fórmula mágica e inédita para que la gente resuelva sus problemas, el autor leyó a los filósofos que escribieron sobre la preocupación mientras recorría los Estados Unidos entrevistando a personajes célebres, hablando con gente común y leyendo las biografías de los protagonistas de la historia universal. De este modo, recopiló historias verídicas de la forma en que las personas viven sus vidas, afrontan las dificultades y suprimen las preocupaciones.

Al recoger y agrupar estas historias, incluso al extraer de ellas una serie de reglas, Carnegie no pretendía decirle a usted nada nuevo; pretendía, en sus propias palabras, “recordarle lo que ya sabe, darle un golpe en la espinilla y hacer que se ponga manos a la obra y aplique ese saber”.

La preocupación deja sus marcas en el rostro humano, provoca la caída del cabello, el deterioro de la piel, la aparición de arrugas, canas, erupciones, sarpullidos y granos. Y más allá de la cuestión estética, el miedo y el estrés producen úlceras estomacales, indigestiones nerviosas, trastornos cardíacos, insomnio, jaquecas y toda suerte de parálisis.

Si su vida parece ahogada en un mar de preocupaciones incesantes, y las angustias y el estrés golpean diariamente a su puerta, usted no sólo está acortando su estancia en este mundo, sino que, sin notarlo, está comprometiendo el disfrute y la calidad de la vida que lleva en el presente.

Durante la II Guerra Mundial, casi 350.000 estadounidenses murieron en combate. En ese mismo periodo, la cifra de ciudadanos de ese país que fallecieron por enfermedades cardíacas ascendió a dos millones y se estima que la mitad de ellos padecían enfermedades provocadas por las preocupaciones y la tensión.

El doctor O.F. Gober, médico de Colorado, afirmaba que el sesenta por ciento de los pacientes que acudían a consulta podrían curarse por sí mismos con sólo librarse de sus temores y preocupaciones, pues aunque sus enfermedades fuesen reales e incluso mortales, generalmente la causa de las mismas era de orden psicológico.

A este respecto, la Clínica Mayo -una de las mejores y más prestigiosas instituciones médicas de los Estados Unidos- concluyó en uno de sus estudios que, de cada cinco pacientes con desórdenes digestivos, cuatro no tenían ninguna base física para su enfermedad.

Si la preocupación está causando estragos en su vida, es hora de comenzar a combatirla. William James, precursor de la psicología aplicada, acotó con severidad y certeza: “aquellos que no saben cómo combatir la preocupación mueren jóvenes”.

Para el inmenso número de directivos, ejecutivos, empleados, profesionales o trabajadores que arruinan su vida con enfermedades cardíacas, úlceras o hipertensión antes de llegar a los 45, y que pretenden encontrar la solución en un tratamiento quirúrgico, conviene recordar las palabras de Platón, escritas hace más de veinticuatro siglos: “El mayor error que cometen los médicos es que intentan curar el cuerpo sin intentar curar la mente y, sin embargo, la mente y el cuerpo son uno y no han de ser tratados por separado”.

Detrás de los abundantes testimonios recogidos por Carnegie se esconde una serie de técnicas básicas y de contrastado éxito para enfrentarse a la angustia con la cabeza. Si quiere adelantarse a las preocupaciones y combatirlas efectivamente antes de que ellas acaben con usted, he aquí un repertorio de reglas sencillas, que muchas veces no son otra cosa que una llamada al sentido común. Así como les han dado frutos a muchísimas personas, le permitirán a usted tomar el control de sus problemas antes de que ellos asuman el control sobre su vida.

Viva en un comportamiento estanco

Sir William Osler, a quien se ha dado en llamar el padre de la medicina moderna, leyó en su juventud esta frase de Thomas Carlyle, que le ayudó a vivir sin preocupaciones el resto de sus días:

“Lo principal para nosotros no es ver lo que apenas se vislumbra allá a lo lejos, sino hacer lo que tenemos claramente a nuestro alcance”.

Osler comprendió que no tenía ningún sentido angustiarse por los posibles eventos de un futuro incierto; que eso sólo podría conducir a una situación como la que se reprochaba Michel de Montaigne, el célebre filosofo y ensayista francés, cuando escribió en sus ensayos:

“Mi vida ha estado llena de terribles desdichas, la mayoría de las cuales nunca ocurrieron”.

Ante esto, William Osler asumió que la mejor opción para vivir una vida tranquila y feliz consistía en cerrar con compuertas de acero el pasado y el futuro, y vivir en un "compartimento estanco" que impidiera la entrada a los reproches por el pasado y a las angustias por el futuro.

El secreto de su éxito consistió, según contó él mismo, en vivir simplemente cada día hasta la hora de acostarse.

Y esto no significa que no haya que pensar en el futuro, sino que la mejor manera de hacerlo es concentrarse con toda la inteligencia y entusiasmo en hacer de forma ejemplar el trabajo de hoy.

A una conclusión semejante llegó un joven suboficial de Baltimore durante la guerra, tras sucumbir a una crisis aguda por exceso de preocupación.

Estando a cargo del registro de las sepulturas, a este joven le atormentaba la posibilidad de cometer un error, y además de perder quince kilos, estuvo cerca de perder el juicio.

Después de hacerle un examen físico completo, un médico del dispensario le dijo que sus problemas eran mentales y le dio un consejo redentor: le sugirió que viera su vida como un reloj de arena, y que asumiera lentamente, una por una, todas aquellas tareas que solían agobiarlo al comenzar el día.

De lo contrario -le dijo- los granos no pasarán por el estrecho cuello del reloj e inevitablemente se destruirá su frágil estructura física o mental.

Aunque vivimos en el punto medio entre dos eternidades, de ninguna forma podemos vivir en una de ellas. Basta con pretender hacerlo para hundirnos en el desasosiego.

Contentémonos, pues, con vivir y disfrutar el hoy, nuestra más preciada posesión, el único tiempo que nos está permitido vivir.

Como aquella mujer de Michigan que, tras la muerte de su marido, al borde de la desesperación y cuando las angustias económicas la habían llevado a considerar el suicidio, encontró el sosiego en esta sencilla frase:

“Cada día es una vida nueva para el hombre sabio”.

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Biografía del autor

Dale Carnegie

Dale Carnegie nació en el seno de una familia pobre de Missouri en 1888 y, tras desplazarse a Nueva York en su juventud, comenzó a ejercer como profesor de oratoria en escuelas nocturnas. Después de indagar en la vida de los grandes personajes y recolectar una serie de experiencias reales de sus propios alumnos, publicó Cómo ganar amigos en 1936, que le valió un enorme reconocimiento. Desde entonces, esta obra se ha publicado en más de 25 idiomas y ha llegado a vender más de 21 millones de ejemplares, convirtiéndose así en uno de los libros más leídos de la historia.

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