Cuando oímos hablar del método científico, solemos pensar en alguien con una bata blanca que sigue unos pasos parecidos a estos: observar un fenómeno; plantear una hipótesis que lo pueda explicar; diseñar un experimento para comprobarla; llevar a cabo el experimento; comprobar si los resultados son los esperados; si no lo son, plantear otra hipótesis; y repetir otra vez todos los pasos.
El método científico parte de algo que parece trivial: observar. Sería ilógico plantear hipótesis sin antes saber qué observar y cómo observarlo. El siguiente paso será comprobar nuestra hipótesis: examinar todas las líneas de investigación y eliminarlas una por una hasta que la que quede, por muy improbable que parezca, deba ser la correcta.
Pero aún no hemos terminado. Cuando el entorno cambia, debemos revisar y volver a comprobar las hipótesis; de lo contrario, lo que era revolucionario puede acabar siendo irrelevante; y lo que era reflexivo puede dejar de serlo si no seguimos volcándonos, cuestionando, insistiendo.
Seguir a Sherlock Holmes es aprender a aplicar este mismo método no solo a las pistas externas, sino también a cada uno de nuestros pensamientos y a los pensamientos de las personas que puedan estar implicadas. El pensamiento de Holmes —y el ideal científico— se caracteriza, entre otras cosas, por el escepticismo. Para él no hay ni un pensamiento que se acepte sin más. Por desgracia, en su estado natural nuestra mente se resiste a este enfoque.
Hoy en día, la mayoría de los psicólogos reconocen que en la mente humana actúan dos sistemas. Uno es rápido, intuitivo, reactivo: una especie de vigilancia mental, un estado constante de “lucha/huida”. No exige mucho esfuerzo ni pensamiento consciente y actúa como un piloto automático. El otro sistema es más lento, riguroso y lógico, pero también es mucho más costoso desde el punto de vista cognitivo. Prefiere no entrar en acción a menos que lo crea absolutamente necesario.
El coste mental de este sistema “frío” hace que la mayor parte del tiempo dejemos nuestro pensamiento en manos del sistema “caliente”, y que nuestras observaciones sean automáticas, intuitivas, reactivas y rápidas en juzgar (y no siempre correctas). En general, con este sistema nos basta y solo activamos el sistema más reflexivo cuando algo capta de verdad nuestra atención y nos obliga a detenernos.
Podemos referirnos a estos dos sistemas como Watson y Holmes. El sistema Watson sería nuestro yo ingenuo. Y el sistema Holmes sería el yo al que aspiramos, el yo que acabaremos siendo cuando hayamos aprendido a aplicar esta forma de pensar.
Cuando pensamos de una manera natural, automática, la mente está preprogramada para aceptar todo lo que le llegue. Es como si, de entrada, el cerebro viera el mundo como un test del tipo verdadero/falso donde la respuesta por defecto siempre es verdadero. No hace falta esfuerzo alguno para seguir dándolo todo por verdadero, pero pasar a darlo por falso exige vigilancia, tiempo y energía.
No es difícil que el proceso se altere, o que ni siquiera tenga lugar. Si decidimos que una afirmación suena verosímil es más probable que no le demos más vueltas. Y si estamos ocupados, estresados, distraídos o agotados por alguna otra razón, podemos dar algo por cierto sin dedicarle tiempo a comprobarlo. Cuando sucede esto nos quedamos con creencias sin comprobar, y más adelante las podemos recordar como verdaderas cuando en realidad son falsas.
El truco de Holmes consiste en tratar cada pensamiento, cada experiencia y cada percepción con una buena dosis de escepticismo, no con la credulidad natural de nuestra mente. Puede que Sherlock Holmes nos fascine tanto precisamente porque hace que parezca posible, y hasta fácil, pensar de una manera que acabaría agotando a un ser humano normal. No en vano, Watson siempre exclama que las cosas no pueden estar más claras después de que Holmes le haya explicado los hechos.
Armando Sánchez
Simplemente ame este resumen, me recordó mucho a pensar rápido pensar despacio, pero con una forma ejemplar de plasmarlo en unos de mis personajes favoritos. Tengo que hacerme del libro completo.
Gran manera de aprender a pensar!