Aprender de los campeones

Resumen del libro

Aprender de los campeones

Por: Pep Marí

Las claves para desplegar todo nuestro potencial y llegar al máximo rendimiento
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Introducción

 

Este libro parte de la idea de que los principios para alcanzar el alto rendimiento son los mismos para cualquier actividad. Pep Marí nos desvela estos principios tomando ejemplos de sus experiencias con deportistas de alto nivel. En su análisis presenta un modelo para ordenar los aspectos psicológicos que participan en el rendimiento. Este modelo de trabajo tiene forma de pirámide, constituida por cuatro niveles que, desde la base son los siguientes: Poder aprender, Querer aprender, Saber aprender y Demostrar lo aprendido. Cada nivel se corresponde con un requisito psicológico necesario para alcanzar el máximo rendimiento. En la última parte también se analizan los aspectos implicados en la creación de equipos de alto rendimiento, incluyendo ejemplos tomados del ámbito empresarial y deportivo.

Poder aprender

¿Quieres que tu rendimiento sea regular, consistente y estable? Pues primero debes conseguir que tu estado de ánimo sea regular, consistente y estable. Si normalmente estás contento por la mañana, triste por la tarde y otra vez alegre cuando te vas a dormir, significa que tu humor es muy variable. Con un estado de ánimo tan variable te será muy difícil rendir siempre al mismo nivel. Para poder aprender, hace falta tener una personalidad que no tienda a complicarse la vida en exceso y un entorno que no interfiera en el rendimiento. Los campeones son personas mentalmente sanas y con un entorno que, por lo menos, no resta. Y es que, a veces, la mejor manera de sumar consiste en no restar. Por lo tanto, dos son los aspectos que otorgan la posibilidad de poder aprender: el carácter y el entorno de la persona.
Parece existir una relación entre el número de fuentes de autoestima (actividades a las que una persona dedica su tiempo) y su estabilidad emocional. Por actividades entendemos tareas profesionales, académicas, sociales, personales o familiares en las que una persona invierte sus esfuerzos y sitúa sus ilusiones. Dichas actividades, al ser tan importantes para quien las realiza, se convierten en sus pilares anímicos. La estabilidad emocional consiste en presentar un mismo estado de ánimo (tristeza, alegría, ganas de hacer cosas, etc.) de forma prolongada en el tiempo. Si se pretende rendir regularmente, resulta imprescindible vivir de forma estable.
Cuatro o cinco puntos de apoyo proporcionan al individuo una marcada estabilidad emocional. Pero si aquello que se persigue es el máximo rendimiento en una actividad, esta estructura presenta una fuerte limitación: reparte demasiado los esfuerzos. Con tan poca dedicación a cada una de las actividades se complican las posibilidades de alcanzar la excelencia en alguna de ellas.
El periodista inglés Malcolm Gladwell, en su libro Fueras de serie, consulta a neurólogos, entre ellos el prestigioso Daniel Levitin, acerca del número de horas de práctica que requiere alcanzar la excelencia en una actividad. Parece existir consenso al respecto entre la comunidad científica: diez mil horas de práctica. ¿Entiendes ahora la necesidad de centrar los esfuerzos para llegar a ser uno de los mejores?
Uno o dos puntos de apoyo sí centran la inversión, pero ponen en riesgo la estabilidad de la estructura anímica. Si una de las dos patas se cae, se cae también el edificio entero y, con él, la persona que lo habitaba. Es más, ¿dónde nos apoyamos para recuperar a la persona?
Es por eso por lo que la estructura que más facilita el rendimiento está formada por tres puntos de apoyo (cualesquiera que sean, mientras incluyan la actividad en la que se pretende lograr el máximo rendimiento). Si llegara a caer una de las tres patas, las otras dos seguirían sustentando el edificio y permitirían la recuperación de la tercera. Menos de tres, inestabilidad. Más de tres... quien mucho abarca poco aprieta.
Otra cosa distinta son los signos (+/-/0) de cada uno de estos puntos de apoyo. Es necesario valorar si los distintos componentes del entorno suman, restan o no interfieren en el rendimiento de una persona. Supongamos que la familia resta y lo hace porque confunde sus necesidades con las de su hijo que hace deporte o estudia Medicina. Quieren que su hijo consiga aquello que ellos en su momento no pudieron lograr y le añaden una presión adicional.
Pongamos que los amigos de nuestro jugador también restan enteros a su rendimiento. Nuestro futbolista persigue entrar en la élite y sus amigos aprobar el curso. Tienen niveles de ambición diferentes. Por esto mismo, sus estilos de vida también son diferentes. Tan distintos, que incluso llegarán a ser incompatibles.
Los dos primeros puntos de apoyo (familia y amigos) restan. Suerte que las condiciones de entrenamiento suman. Su equipo técnico y los medios de que dispone están a la altura de su ambición. A pesar de este apoyo, el resultado final de la operación es negativo (dos que restan y uno que suma). Para alcanzar el alto rendimiento, la aportación del entorno debería ser positiva o, por lo menos, no restar.
Una cosa es un pensamiento y otra distinta, una creencia. Si digo "pienso en mi madre", estoy exponiendo un pensamiento. Si manifiesto que "mi madre es la mejor madre del mundo", entonces me estoy refiriendo a una creencia. Una creencia es un juicio de verdad. Una opinión que emito porque estoy convencido de que es verdad. Para mí, entre todas las madres del mundo, precisamente la mía es la mejor que existe.
Aquello que para la medicina son las células, para la psicología son las creencias: la unidad fundamental e indivisible de estudio. Ser psicólogo consiste en identificar las creencias que están provocando conductas problemáticas a la persona y cambiarlas por otras más adaptativas. Creer que mi madre es la mejor madre del mundo, de entrada, no va a provocarme un problema. Más bien al contrario, si para mí es la mejor, la cuidaré para no perderla.
Ahora bien, si creo que una mujer es la única que puede hacerme feliz, estoy en una situación de riesgo. Si ella no quisiera saber nada de mí, yo estaría condenado eternamente a ser un desgraciado. En lugar de creer que es la única mujer que puede hacerme feliz, debería creer que se trata de una de las mujeres (si quieres, de las pocas mujeres) que pueden hacerme feliz.
En concreto, las creencias que más incompatibles resultan con el rendimiento son las rígidas y las limitantes ("solo ella puede hacerme feliz"). Las rígidas, porque no se adaptan a la complejidad cambiante de la realidad, y las limitantes, porque generan expectativas negativas sobre la acción.
Albert Ellis es el fundador de una forma de interpretar la psicología basada en las creencias, pronosticaba que cuantas más cosas sagradas (intocables) tuviera la persona, menos posibilidades albergaba de ser feliz. Desde que supe esto, ya no deseo que la gente sea feliz. Ahora les pido que sean flexibles. Las cosas no son como Dios manda... ¡Son como son! No aceptar esta máxima dificulta adaptarse con éxito a la realidad.
Utilicemos ahora el ejemplo de un conferenciante que tiene que dar una charla ante un público experto. Si cree que ser un buen orador consiste en no equivocarse al hablar, probablemente se establecerá el objetivo de no cometer ningún error de dicción. Como consecuencia de ello estará pendiente de lo que dice mientras habla. En la sala aparecerán dos conferenciantes: uno que habla y otro que evalúa al que está hablando. Tanto análisis durante la acción restará espontaneidad a nuestro ponente.
En cambio, si nuestro ponente cree que un buen comunicador es aquel que consigue llegar al corazón de los asistentes, se centrará en transmitir su mensaje de la forma más apasionada posible. Estará pendiente de las caras de los asistentes y de sus preguntas. En esta ocasión, en el escenario habrá un solo ponente. Creer que ser bueno consiste en no fallar ni una sola vez se convierte en una creencia rígida, bastante irracional y muy limitante. Probablemente quien crea esto nunca llegará a ser un excelente comunicador.
Los valores son criterios que nos permiten tomar decisiones. Pero los valores también nos ayudan a ganar. Por lo menos, a seguir progresando. En concreto existen tres valores cuya combinación ayuda a la progresión: la ambición, la humildad o el respeto por los rivales y el orden en el estilo de vida.
La tolerancia es otro de los factores imprescindibles para poder aprender, nos referimos a la tolerancia de la dificultad, la tolerancia del volumen de trabajo y la tolerancia del estrés; la suma de las tres dará opciones de alcanzar el alto rendimiento.

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Biografía del autor

Pep Marí

Pep Marí Cortés ejerce de jefe del Departamento de Psicología del Deporte del Centro de Alto Rendimiento Deportivo de Sant Cugat (Barcelona). Es licenciado en Psicología y máster en Psicología del Deporte por la Universidad Autónoma de Barcelona. Da charlas y colabora con diversos medios de comunicación. Ha colaborado con la Federación Española de Hockey durante los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992, el RCD Español de Barcelona, la Selección Española Femenina de Waterpolo y la cuarta edición del programa Operación Triunfo. Ha sido columnista de El Periódico de Catalunya y de Mundo Deportivo, y tertuliano de Catalunya Rádio.

Ficha técnica

Editorial: Plataforma

ISBN: 9788415115625

Temáticas: Habilidades directivas

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Si quieres desglosar la manera en como aprendes este libro te da una perspectiva de como lo hacen los campeones. Lo guardo en favoritos.