Introducción
¿Sabías que Tiger Woods comenzó a jugar al golf desde los dos años? Y eso no es todo. Cuando tenía solo cuatro años su padre podía dejarlo en un campo de golf a las nueve de la mañana y recogerlo ocho horas después. Hubo ocasiones en las que regresaba a casa con dinero que les había ganado a aquellos que jugaban contra él.
A los ocho años ya era famoso y lo entrevistaban. El chico era imparable. Parecía que había nacido para el golf. En la actualidad, Tiger Woods es considerado el mejor jugador de golf del mundo.
¿Y cómo no iba a serlo si la ventaja que tenía contra los de su generación era impresionante? Ya hacía hoyos bajo par mientras sus contemporáneos apenas aprendían a caminar. Ya ganaba torneos mientras sus futuros rivales no sabían siquiera de la existencia del golf.
Tiger es el ejemplo perfecto de lo que supuestamente se tiene que hacer para alcanzar el éxito: comenzar antes que todos y practicar más que nadie. Enfocarte en algo como un láser e ir a por todas. No es suficiente con especializarte en algo, debes hiperespecializarte.
Sin embargo, hay otro deportista con una historia igual de interesante que la de Tiger, pero con algunas diferencias importantes.
Te hablo de un chico que, en su infancia, jugaba squash cada domingo contra su padre. Probó el esquí, la lucha libre, la natación y el skateboard. Jugó al baloncesto, al balonmano, al tenis, al pimpón, al bádminton y al fútbol. No le importaba qué deporte fuera, siempre y cuando involucrara una pelota.
No fue hasta la adolescencia que comenzó a decantarse por el tenis. Entrenaba y jugaba de manera normal, y pronto se hizo bastante bueno.
Cuando decidió dejar de lado los otros deportes para centrarse en el tenis, los demás ya hacía años que trabajaban con entrenadores personales, psicólogos deportivos y nutricionistas. Pero eso no parece haber sido un inconveniente para su carrera.
Con treinta y cinco años, una edad a la cual los más célebres tenistas de la historia ya se han retirado, él se convirtió en el número uno del mundo. Te estoy hablando de Roger Federer.
Fíjate en que, a diferencia de Tiger, Roger no tuvo una ventaja inicial. Probó cada deporte que pudo. No jugaba tenis desde los dos años, sino que comenzó de adolescente. Y lo más importante, no se especializó hasta antes de entrar en las grandes ligas.
Como puedes ver, la hiperespecialización no es el único camino que te lleva al éxito. Y de hecho, tampoco es el mejor. ¡Qué va! Ni siquiera es el que más te conviene.
Los deportes, la música y el ajedrez son los ejemplos más comunes que se utilizan para comprender qué es lo que se tiene que hacer para triunfar. Y la mayoría coincide en lo mismo: especialízate lo más pronto posible.
Como puedes ver, Roger no entra en esa categoría. Y por si fuera poco, la historia de Roger no es la excepción, es la norma.
El cuento de la hiperespecialización se nos ha vendido por todos lados. Y lo cierto es que no es como la pintan. Las personas más exitosas, lejos de ser especialistas, son generalistas. Son curiosos, creativos, inquietos y multidisciplinares.
Son gente con amplitud.
Los entornos «buenos»
Susan Polgar jugaba al ajedrez desde que tenía cuatro años. Su padre la llevaba a clubes de ajedrez solo para verla ganar a cualquiera que se atreviera a jugar contra ella.
El padre de Susan, Laszlo Polgar, creía que los genios no nacen, sino que se hacen. Y decidió que su hija Susan sería una niña genio en el ajedrez, por lo que quiso hacer un experimento con ella; él deseaba que su hija se convirtiera en la campeona mundial.
Laszlo le enseñó a Susan todo acerca del ajedrez. La ponía a jugar horas y horas. Además, le enseñaba recortes de cientos de miles de partidas de ajedrez con el fin de que Susan las memorizara.
El tiempo pasó y Susan obtuvo el título de «gran maestro» en ajedrez cuando solo tenía veintiún años, y a los veintiséis ganó el campeonato mundial femenino.
El experimento de Laszlo Polgar funcionó. Su hija era considerada una genio en el ajedrez, por lo que en la década de los noventa sugirió que, si su sistema de especialización temprana se aplicaba a miles de niños, la humanidad podría solucionar problemas como el cáncer o el sida.
Y al igual que la historia de Tiger, la de Susan Polgar inundó revistas y diarios de todo el mundo y también fomentó debates sobre la importancia de tener una ventaja inicial y comenzar temprano para lograr el éxito en la vida.
La gran idea era que cualquier cosa en el mundo podía ser conquistada del mismo modo y se basaba en una muy importante, y nada precisa, asunción: que el golf y el ajedrez son representativos de todas las actividades que puedan realizarse.
Pero ¿cuánto de lo que existe en el mundo y cuántas de las cosas que los humanos quieren aprender y hacer son realmente como el ajedrez o el golf?
Gary Kasparov, quizás el mejor jugador de ajedrez de la historia, explica su proceso de toma de decisiones así: «Cuando juego, en mi mente veo una jugada, una combinación casi instantáneamente basada en patrones que ya ha visto anteriormente».
En ese sentido, el golf y el ajedrez son bastante parecidos. En ambos, una bola o pieza se mueve conforme a unas reglas y dentro de unos límites, sus consecuencias son fáciles de ver y desafíos similares ocurren con frecuencia.
Por lo tanto, estas actividades están llenas de patrones que se repiten una y otra vez en cada ocasión. Las respuestas son rápidas y precisas.
Pégale a una pelota de golf y puede que vaya más o menos lejos, con efecto a un lado o a otro. El jugador ve lo que ha sucedido e intenta corregirlo enseguida. Luego vuelve a intentarlo, y así durante años. Lo mismo ocurre con el ajedrez.
Este tipo de disciplinas, en las cuales el reconocimiento de patrones funciona poderosamente, forman parte de lo que hoy se conoce como un «entorno de aprendizaje bueno».
Se les denomina «buenos» porque el aprendiz mejora simplemente repitiendo la actividad e intentando hacerlo mejor cada vez.
Sin embargo, como seguramente habrás notado, el mundo no funciona así. La gran mayoría de las actividades que realizamos día a día no poseen una estructura compuesta de patrones ni de límites tan definidos.
De hecho, es todo lo contrario. Cada día nos enfrentamos a problemas nuevos. Pocas veces nos volvemos a encontrar con problemas que son exactamente iguales.
El mundo es lo opuesto a un «entorno bueno», es uno «malo».
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Biografía del autor
David Epstein
David Epstein es científico, periodista y escritor. Tiene un máster en Ciencias Ambientales y otro en Periodismo. Ha trabajado para revistas como Sports Illustraded y ha escrito el gran éxito del New York Times: El gen deportivo.
Ficha técnica
Editorial: Empresa Activa
ISBN: 8416997284
Temáticas: Crecimiento personal y psicología positiva Desarrollo profesional Consejos para emprendedores Emprendimiento Audio
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Oscar Gomez
Wow. Sorprendido. Esta fue sin duda una perspectiva que necesitaba escuchar. Siempre habia oido sobre la especializacion, y creia firmemente en su efectividad, pero leer esto ha explicado demasiado sobre quien soy, personalmente me ha cambiado demasiado la perspectiva de mi vida.
Ares Mérida
Un libro que me ha inspirado muchísimo. Ha sido como leer lo que me dijeron hace 6 años en un máster de emprendimiento para entidades deportivas. Y lo que se intenta conseguir en la creación de equipos emprendedores: competencias transversales y diversidad. En mi caso personal, soy una persona con competencias en diversas áreas sin llegar a ser un especialista de nada. Esto siempre ha sido desalentador ya que la corriente dominante te empuja hacia la especialización exhaustiva. Un punto de vista diferente que puede hacerte entender las ventajas de no hacer lo de todo el mundo. Muy muy bueno, en mi opinión 95/100
David Guzmán Quesada
Buen libro un punto de vista diferente, va en contra de lo conocido
Alex Velasco
Generalista + una especialidad = Polímata
David Morales
Increíble.
Alberto Rodríguez Díez
Yo, puesto a hacer esas "analogías" que menciona el texto, diría que el pensamiento especializado; - Es como el pensamiento sintético o inductivo. Y el generalista; - Es como el pensamiento analítico o deductivo. Para sobrevivir lo mejor en nuestro "ecosistema social" es ser un polímata, pues. Debido a la economía de energía, del mínimo esfuerzo y riesgo por el que se mueve la mayoría de la población, el 90% van a actuar con el «convenio estandarizado» dentro de su zona de confort. Así, ante un conflicto en la tribu, si les das la de un águila, ellos van a pensar que estas loco, tienes que bajar al fango y pensar como un sapo para que te entiendan y entonces si, ganarles gracias a tu capacidad de hacer analogías.
Yesid Montaño
Considero que brinda conceptos muy efectivos para aquellos que alguna vez nos hemos preguntado que enfoque dar a nuestra carrera o vida profesional.
raul velasco
Excelente argumentación dando nuevas luces y perspectivas a algo que es evidente
German Kohan
Excelente para hacer un punto y tener una visión más generalista.
Daniel Pérez
Muy buen libro que explica muy bien la ventaja que se obtiene ampliando conocimientos, fuera de una especialización.
Gerald Haro Falcon
Es un libro muy interesante. Me encantó las analogías que utiliza la autora para describir los “entornos buenos” y los “entornos malos”.
antonio Gomez Gallego
Libro interesante y reflexivo que te facilita una visión diferente de como resolver problemas. Léelo
Arlette Almanzar
Interesante y excelente libro que nos permite tener una idea clara acerca de la especialidad o generalidad, entornos malos y buenos. Te invito a leerlo.