Cuanto más vinculados emocionalmente nos sentimos con una tarea, objeto, persona o actividad, más sentimientos de amargura y abatimiento experimentamos cuando por un error o fracaso los perdemos. El sufrimiento causado por este motivo puede ser duradero y peligroso, pero también instructivo y fortalecedor.
Existen tres estrategias personales básicas para superar dicho sufrimiento. La primera de ellas consiste en analizar un fallo o fracaso para obtener una explicación razonable del mismo y reducir así los sentimientos más lúgubres. La segunda estrategia es la de la recuperación: nos aconseja detenernos menos en el error en sí mismo y más en las causas del estrés que a continuación provoca, con objeto de eliminarlas. Ambas estrategias ofrecen sus ventajas, pero también sus inconvenientes. La tercera y última consiste en oscilar entre las dos primeras hasta aprender de la experiencia, para beneficiarnos así de las ventajas de ambas y suavizar sus imperfecciones.
Analizar un error o fracaso. Esta estrategia sirve para orientarnos en la búsqueda de algún sentido en el fallo que hemos cometido o experimentado. Al emplearla, fijamos nuestra atención en los acontecimientos que han rodeado la ocasión perdida. Repasamos las diferentes acciones que pudimos haber emprendido y cómo éstas nos podrían haber conducido hacia otros resultados. Analizamos los factores que influyeron decisivamente en el fracaso: estos pudieron ser las acciones que iniciamos, las que no emprendimos, los cambios en el entorno que no tuvimos en cuenta o los cambios previstos que luego no se produjeron.
Cuando analizamos por qué ha fracasado un proyecto buscamos más información e intentamos encontrar una explicación verosímil. Esta nos hace reflexionar de manera diferente sobre nosotros mismos, sobre nuestras aspiraciones o incluso sobre el mundo que nos rodea. Es entonces cuando el fracaso deja de ser un acontecimiento totalmente inexplicable.
Don Jackson, miembro de una ONG, se propuso recaudar un cuantioso donativo para mantener en vigor el programa Stamp Out Hunger (“Eliminar el hambre”). Este programa garantizaba las provisiones de comida para el albergue social de su ciudad. El proyecto fracasó: Jackson no sólo no encontró al donante que precisaba, sino que, en el intento, perdió a uno de los mejores posibles. Se sentía abatido y con la necesidad acuciante de encontrar alguna explicación a lo ocurrido. Para empezar, cayó en la cuenta de que su actitud hacia los donantes potenciales había sido demasiado hostil. Además, dejó pasar demasiado tiempo para intentar conseguir la cantidad que se había propuesto, y la caída de la bolsa supuso que los más acaudalados ya no estaban tan dispuestos a entregar donativos. Entender por qué no consiguió fondos para el programa le ayudó a sentirse algo mejor consigo mismo. Al menos sabía que, la próxima vez, algunas cosas tendría que cambiarlas: una actitud que invitara más a la colaboración, iniciar el proceso antes y buscar fondos cuando el ciclo económico fuera más favorable.
No obstante, la utilización de esta estrategia conlleva también un coste emocional. Centrar nuestra atención en los acontecimientos que rodearon el fracaso y reflexionar sobre él puede exacerbar los pensamientos y recuerdos más negativos. Esto mismo le sucedió a Jackson: empezó a imaginar a los niños que se quedarían sin su plato de comida, en su mayor predisposición a contraer enfermedades y en la angustia de sus padres por no poder proporcionarles alimento. Pensamientos y emociones como estos obstaculizan la capacidad de análisis y aprendizaje a partir de la experiencia, por lo que conviene no entregarse sin freno a ellos.
Recuperarse de las secuelas. Esta estrategia la integran dos elementos básicos: la evasión y la supresión de los efectos del fracaso. El primero de ellos, la evasión, nos invita a dejar de dar vueltas a la derrota, sea del tipo que sea. Al abandonar esas cavilaciones, nuestros sentimientos negativos disminuyen. En este punto, son de gran ayuda los distintos tipos de distracciones o tareas con que ocupar nuestra atención e impedir que la mente quede anclada en un pasado infructuoso.
El segundo elemento de la estrategia de la recuperación, es decir, la eliminación de los efectos secundarios, consiste en abordar esas consecuencias que el fracaso ocasionó en lugar de prestar atención exclusiva a él. Así, un empresario que se viera obligado al cierre de su negocio y abocado al desempleo, debería intentar ocupar su mente en idear y montar una nueva empresa.
Esta estrategia también tiene sus limitaciones. Distraerse y dejar de analizar las causas del fracaso de un proyecto supone menos posibilidades de aprender de ellas y, en consecuencia, aumentar las de cometer los mismos errores. Además, ambas estrategias de superación del sufrimiento causado por un fracaso, si se utilizan por un tiempo prolongado, pueden suponer un coste psicológico y físico demasiado alto. La supresión prolongada de las emociones es agotadora en lo psicológico y causa de migrañas, úlceras u otros trastornos.
Oscilar entre las dos estrategias. Al utilizar primero una estrategia y después otra, en un proceso continuo, podemos beneficiarnos de las ventajas de ambas y minimizar el coste de sus inconvenientes. Esto hace que el proceso de superación sea menos doloroso, dure menos tiempo y sea más instructivo.
Para ilustrar esta estrategia, consideremos el caso de Joe, un empresario que emocionalmente reaccionó de manera muy autodestructiva ante la ruptura de relaciones con uno de los socios principales de su empresa. Según la estrategia de la oscilación, Joe debería haber empezado por analizar su fracaso considerando cómo se estableció la relación con su socio, cómo se plasmó en el contrato, cuáles fueron en su momento las expectativas de ambas partes, etc. Cuantas más piezas del puzle se consiguen reunir, más fácil es comprender cómo y por qué ha fracasado un proyecto, y una comprensión más profunda permite aflojar el vínculo emocional que se tiene con él.
Cuando Joe empezara a sentirse deprimido y abatido, analizando las causas de su fracaso, habría llegado la hora de recurrir a la estrategia de recuperación y dedicarse a otras actividades. Es el momento de dejar de leer los mails relacionados con la ruptura de la relación y marcharse a jugar al fútbol con sus amigos o empezar a trabajar con más dedicación sobre otras vertientes del negocio.
Una vez recuperada la energía emocional, Joe podrá volver a razonar sobre la ruptura de la relación con su socio y prepararse para buscar un sustituto, sin caer en errores similares. En el proceso, se sentirá gradualmente más libre del trauma inicial que para él supuso la ruptura. Cuando caiga de nuevo en el agotamiento, comenzará otra vez su recuperación y así sucesivamente, hasta que su trauma haya sido superado por completo o el problema haya sido resuelto.